Muchos ya lo sabréis, pero para los que aún no me conocéis tanto, os contaré que durante dos años de mi vida tuve la suerte de trabajar en una línea de cruceros. Allí tuve la oportunidad de conocer gente tan diferente como interesante y tener conversaciones que nunca hubiese imaginado. Una de mis funciones a bordo era presidir mesas durante la cena del capitán. A muchos os sonará de lo más glamuroso, pero creedme, después de una larga jornada de trabajo, no siempre apetece sentarse en una mesa rodeada de desconocidos y donde a falta de un buen tema de conversación, la tónica solía ser someterme al tercer grado. Pero esta noche en particular, no fue así, en mi mesa se encontró un tema de interés común, el amor.
La mesa estaba formada por parejas, una de ellas una adorable pareja de ancianos que viajaban con dos de sus hijas. Después de unas breves presentaciones y el discurso del capitán, la pareja nos hizo partícipes de la razón de su crucero. Celebraban sus bodas de diamante! Supongo que ahora mismo tendréis la misma cara que yo cuando lo oí. Para mi las bodas de oro era la máximo a lo que se podía aspirar en un matrimonio, pero parece que al menos para los americanos hay otro ranking. 65 años juntos, os lo imagináis? Las bodas de diamante se celebran después de 60 años de matrimonio, pero no pudieron permitírselo en ese momento, así que celebraron su 65º aniversario con un crucero. Él dijo tener más de 90 años, ella nos dijo que ni se nos ocurriera preguntarle por su edad, jajaja En la mesa se había hecho el silencio y así, casi sin darnos cuenta, nos habíamos embarcado en esta preciosa historia de amor.
Un domingo al salir de la iglesia ella fijó sus ojos en él y seguidamente le dijo a su hermana: ése, será mi futuro marido. Algo había despertado en ella aquel desconocido con el que ni siquiera había cruzado una palabra. Pero con las ideas tan claras, en menos de un año ya eran marido y mujer. Al poco de contraer matrimonio, quedó embarazada con tal mala suerte que él fue llamado a servir en el ejército. Devastada por la noticia, tuvo que volver a vivir con sus padres y despedirse del amor de su vida, sin saber si volvería a verlo. A estas alturas de la historia más de uno en la mesa, incluida servidora, ya tenía los ojitos empañados. Ella dio a luz y muy de vez en cuando recibía una carta. El marido muy gracioso, respondía a sus reproches diciendo: estaba luchando en la guerra, no tenía tiempo de escribir cartas. Pero como ella comentaba, no era como ahora que tenemos móbiles o internet, recibías cartas, pero el hecho de recibir una carta no significaba que siguiera vivo, podía haber muerto en el trascurso del envío.
La guerra terminó y tras un par de años luchando en el frente, volvió a casa. Al final de la historia la mesa era ya un mar de lágrimas, todos nos sentíamos afortunados de que aquella entrañable pareja hubiese decidido compartir su historia con nosotros, unos simples desconocidos, que gracias al azar, fuimos acomodados en la misma mesa. Esa noche volví a mi camarote creyendo en las grandes historias de amor, en que cuando dos personas están destinadas, SIEMPRE hay un final feliz.
Qué os ha parecido? Creéis que esta historia de amor sería posible hoy en día?