Fue decir que me casaba y mucha gente empezó a preguntarme y a hablarme de tratamientos de belleza. A mí, que hasta hace un año no diferencia un rimmel de un eyeliner. Yo que iba ( y voy) al centro de estética a quitarme pelos y ya.
Fue decirle a la esteticista que me casaba y allí empezó a sacarme listas interminables de tratamientos y cosas que tenía que hacerme antes.
Masajes, mascarillas, limpiezas, manicura, pedicura, masajes con oro y la madre que lo parió… Aquello era interminable. Si había palabras que no había escuchado en mi vida. Y que no he vuelto a escuchar. Todo en unos bonos geniales de precio y que incluían un masaje el día antes de la boda en el que te desconectaba hasta el teléfono del centro para que nadie te molestara.
Yo repetía que no. Que aquello de los tratamientos de belleza no era lo mío… pero caí. Poco pero caí. Tras un año aguantando la presión decidí que iba a hacerme una limpieza de cutis. Y mi entorno femenino aplaudía aquella decisión como si fuera trascendental en mi vida. Recuerdo a mi amiga de Madrid diciendo que la piel me iba a quedar de maravilla, que iba a salir relajadísima, que era una pasada y que me iba a enganchar a hacerme cosillas. Ja, ja, ja.
Era Agosto del 2012. Finales de mes. Un mañana de un día por semana. Entré por el centro y me recibieron con un “¿estás preparada? Ya verás que relajada sales.” Y en 10 minutos estaba allí, en una sala a oscuras, con una máquina insoportable puesta en la cara que me echaba vapor para abrir los poros. No sé cuantos minutos estuve pero para mi aquello fue la vida entera. ” Sí te molesta giras la cara para un lado” ¿Qué si me molesta? ¿Qué gire la cara? Lo que voy a hacer es apartar la máquina. Y allí estaba la pobre chica, viniendo cada poco a ver si había aguantado. Y no, yo siempre estaba girada… Aquello era insoportable. ¿De verdad alguien se relajaba con aquello? 15 minutos después según la chica y unos 30 años según mi perfección me liberó de la máquina. Por fin. Oh no!!! Ahora había que taparse los ojos y yo odio que me pongan cosas encima de los párpados. Yo no nací para darme baños de espuma y ponerme rodajas de pepinillo en los ojos. Una crema, otra crema, otra más… ¿son necesarias todas? A estas altura, ya lo habréis deducido, yo sólo quería salir de allí y gritarle a mi entorno femenino ¡¡¡¡¡¿Por qué me habéis engañado, por qué?????!!!!!! Pero tuve que esperar un poco más. Entre crema y crema, eliminación de puntos negros invisibles para mí y de algún que otro granito. Más productos, más máquinas, más sesión de belleza.. Menos paciencia.
A la hora y media aproximadamente yo estaba saliendo por la puerta. Me había mirado en un espejo y me veía igual ¿No notas la diferencia? Pues no, sólo noto que mi cara está roja como el tomate del gazpacho. Me voy a casa de mi madre que me abre la puerta y me sonríe a la vez que me suelta un “mira como se te nota, qué bien tienes la piel”. ¿Sí? Pues nunca más. A mi no me pilláis en otra. ¿No te has relajado? No, mamá, no, estoy aún peor.
Una semana después, y a 24 horas de mi boda allí estaba yo para la sesión de manicura y pedicura. Había oído decir a muchas novias que las horas del día previo en el centro de belleza era un relax absoluto. Y yo estaba allí… sentada. Dame esta mano, dame la otra, ahora el pie, ahora el otro, ponte así, ponte asá, elige color… Y mi mente estaba pensando en que mi familia había llegado, en todo lo que tenía que hacer, en que había dejado a todo el mundo en mi casa sin ser una buena anfitriona… Un par de horas después estaba libre y más estresada.
Desde aquel 7 de Septiembre de 2012 no he vuelto a ningún tratamiento de belleza y las uñas me las pinto yo en casa mientras hago duetos con Juan Magan (todos tenemos una parte oscura). Desde aquel 7 de Septiembre a nadie se le ocurrió volver a insinuarme que los tratamientos de belleza relajan y son necesarios para una novia. ¿Lo son? Puede que sí, que te dejen la piel un poco mejor, que tú te sientas mejor (esto va en la personalidad de cada una)… pero lo que está claro que no todo lo que se define como relajante para las novias lo es. Porque no hay una novia igual que otra. Porque todas somos diferentes. Porque una sigue siendo ella misma aunque sea novia.
¿Es esto una apología en contra de los tratamientos de belleza? No. Nunca. Faltaría más. Es mi experiencia. Mi manera de compartir si soy la única mujer de este mundo a la que le estresa que le pongan vapores por la cara, si soy la única novia que alucinó pepinillos con ellos puestos en los ojos… Es la desgeneralización de tienes que hacer esto porque relaja. No. Mentira. Tengo que hacer esto porque quiero ser una novia radiante, preciosa, espectacular… pero no es relajante. Necesario sí, relajante no. Como las dietas exprés antes del verano.