Y es que por fin puedo decir que a Mainfeld in love llegan invitados. ¡Síii! Lo estaba deseando. Al fin puedo publicar bodas con nombres y apellidos que no sean la mía. Tengo dos amigas que se han casado este verano (por separado) y las dos han decidido contar tooooodos los detalles de su boda en este nuestro blog. ¡Bieeeen!
A Elena la conocí justo hace diez
Fui testigo de esos comienzos, así que imagináos lo que pude sentir cuando el año pasado Elena me mandó esta foto:
Exacto. Lloré como una magdalena. Y así empezó su aventura en los mundos bodiles. ¿Queréis saber cómo fue esa pedida de mano? Pues dejemos que nos la cuente directamente la protagonista.
Dani y yo empezamos cuando aún éramos muy jóvenes y lo de casarse se veía muy lejos. Por aquel entonces, todo el dinero que teníamos lo invertíamos en vuelos para ir a vernos. Procurábamos que nunca pasaran más de dos meses sin vernos, pero la espera se nos hacía eterna. A eso había que sumarle que a Dani digamos que no le sienta bien volar. Su cara palidece, empieza a sudar y cuanto más azul está el cielo, mayor le parece la caida. En cambio a mí, me encanta estar en el aire. Un día le comenté que me encantaría hacer un viaje en globo y, efectivamente, pude leer su cara que si fuera por él, no subiría conmigo.
Y así comenzó todo. Cuando la gente nos preguntaba cuándo nos casaríamos yo les decía que cuando Dani me lo pidiera en un globo. Y no es que fuera mala con él, es que tampoco tenía prisa y la mera idea de verle hacer eso por mí me hacía sonreir (vale un poco mala si soy).
Entonces, en la primavera de 2013 nos fuimos a recorrer California. En la región de los vinos donde hay unos amaneceres y puestas de sol espectaculares, bueno y millones de globos pululando. Nos subimos y fue una experiencia maravillosa, como si se parara el tiempo, una paz increíble (aunque el aterrizaje fue singular he de decir, que casi caemos en un viñedo). Pero no hubo pedida.
Lo cierto es que no me importó, hubiera sido forzado y sobretodo no hubiera sido nuestro momento (había otras 14 personas más en el globo).
Dos días después estábamos en una zona perdida de la costa oeste en un hotel con el que nunca hubiéramos dado si no nos lo hubieran recomendado porque en 300km apenas hay cuatro casas perdidas. En esa zona las playas son salvajes, preciosas, pero desde luego no para bañarse.
Al atardecer decidimos hacer senderismo y bajar a la cala donde, como excepción, no había focas con sus oing oing particulares y no había absolutamente nadie. Nos hicimos un par de fotos, me subi a una piedra y me puse a cantar Titanic. De pronto, le vi mirándome desde abajo con la intención de doblar la rodilla. Le sonreí y me pidió en español que me casara con él.
¡Le dije síiii! y nos hicimos algunas fotos simulando el momento para el recuerdo. Fue un momento precioso, único, perfecto, solo para los dos. Al cabo del tiempo, me dijo que había pedido información para ir los dos solos en globo, pero era demasiado caro y ¡qué suerte! Al día siguiente vimos ballenas en la costa desde el balconcito de la habitación. ¿Qué más se puede pedir?
Pues no se puede pedir más, hija mía. Sois los dos encantandores y os deseo toda la felicidad del mundo y por supuesto, que yo siga participando en vuestra vida.