Me gusta la fotografía.
Me gusta la fotografía, que no quiere decir que domine la fotografía.
Me gusta la fotografía y podría pasarme horas a lo largo del día viendo fotos o haciéndolas pero no entiendo de fotografía.
No me pidas que te hable de modelos, de teoría, de encuadres y detalles técnicos pero pídeme que te hable de lo que me gusta y lo que no en la fotografía y podremos hacerlo durante el resto de nuestra vida…
Sin grandes conocimientos técnicos soy capaz de apreciar una buena fotografía. Me fijo en los detalles, en la luz, en el encuadre, en lo que sobra, en la perfección. Me gusta el retoque, el arte de retocar y que no lo aprecies. Digo sí a mejorar una fotografía pero no a crearla a través de un monitor de ordenador.
Dicen que tengo buen ojo para disparar fotos y si visualizo una foto no dudo en tirarme al suelo, subirme a las alturas o hacer lo que sea posible para captarla. Quizás, la foto es una tontería, pero es mi foto y yo la he visto. Dicen que no tengo paciencia para disparar fotos, soy aquí y ahora. Nada de esperar a las mejores condiciones de luz, nada de disparar 8 veces hasta conseguir la mejor, nada de modo ráfaga. Soy de la vieja escuela, de las de disparar una vez aunque si miro la fotografía inmediatamente después de hacerla.
Me gusta mucho estar detrás de la cámara pero pegar un salto y aparecer delante del objetivo cuando la otra persona no se lo espera también es una de mis especialidades. Hacer el tonto delante de la cámara tampoco se me da mal. Soy más feliz poniendo caras y posturas raras desde el principio de los tiempos. Perdí la cuenta de las veces que mi padre se desesperaba al otro lado de la cámara y minutos después me metía en una papelera para vengarse y fotografiarme allí.
Puedo pasarme horas y horas mirando fotografías por la red, visitando páginas y perfiles de fotógrafos profesionales. Si hablamos de fotos en papel el tiempo puede multiplicarse por 2. O más.
¿De dónde me viene esta afición por la fotografía?
Me atrevería a decir que llevo una fotógrafa frustada dentro. Voy a explicarlo.
Tener un padre aficionado a la fotografía pero que posee conocimientos de profesional y que quiere transmitirte desde que tienes fuerza para sujetar la cámara entre sus manos su afición puede llevar consigo dos resultados: que adores la fotografía o la odies. Y yo, que para algunas cosas soy muy de medias tintas he pasado por los dos estados para, años después, quedarme en el medio.
Desde pequeñaja he ido a cursos de fotografía. Con mis 8 años recorría el barrio con la reflex a cuestas para después revelar mis disparos. La luz roja, las cubetas, los líquidos, aquellos negativos que se me caían al suelo y aquellos dedos cruzados para que en aquel carrete hubiera una foto “bien”. Allí, entre revelador, estabilizador y fijador saqué a papel los primeros momentos capturados por mi y todos tenían algo en común: por cada foto que había disparado bien había otras once “desechadas” por los demás. Y digo por los demás porque para mí aquellas fotos desenfocadas, con cabezas, pies (o ambos) cortados, desencuadradas o con la peor luz que os podáis imaginar me encantaban. Eran mis fotos, imperfectas pero mías. Eso sí, los abrazos y felicitaciones cuando una foto era la FOTO eran los mayores que se podían dar en aquel pequeñajo laboratorio fotográfico.
Años después cada vez que iba de excursión con el colegio y llevaba la cámara el momento revelado fotografías era un drama. Ahí estaba mi padre, el aficionado revisando una por una mis fotos y analizándolas: mal encuadrada, quemada, poca luz, desenfocada, no cumple la regla de los tres tercios… Total, que de 24 fotos si había suerte el hombre me salvaba una y aquello era un drama porque yo volvía a casa tan feliz, tan ilusionada con las fotos con mis amigos en la excursión de turno y me ponía los pies en la tierra en un momento. La presión era tal que hasta el fotógrafo del barrio comenzó a apiadarse de mi y al recoger las fotos me seleccionaba sólo las que estaban bien o medio bien. Otras veces era yo la encargada de esconder la mayoría de las fotos y decirle a mi padre “sólo han salido estas” aunque creo que nunca se lo llegó a creer del todo…
Y así pasaron los años y cuando toda esperanza sobre mi amor a la fotografía parecía perdida yo comencé a pasar más tiempo con la cámara. A ver fotos, a hablar de fotos, a interesarme por las fotos, a disfrutar disparando todavía más y a considerar un planazo pasar un día sacando fotos. A lo que os contaba al principio, a no saber ejecutar la técnica fotográfica pero si a verla y valorarla.
….y esto es, aunque ni me hayáis preguntado ni os interese el porqué sigo más cuentas de fotógrafos que otra cosa. Y porque a pesar de ser mucho de escribir y de leer puedo pasarme horas mirando fotografías y es que ya lo dicen… Vale más una imagen que mil palabras.