Mi señora madre cumple años. Mañana, el 15 de Marzo se hace grande, aunque hacerse más grande es díficil porque hace muchos años que es ENORME…
Ser madre no es fácil, eso dicen… pero lo que he podido comprobar es que ser madre de la novia tampoco lo es. Ser madre de la novia es la versión superior de ser madre. La última actualización de software en ese momento. Es su versión 2.0.
Ser madre de la novia es permitir que te transformen tu casa (aunque tu señora hija ya no viva en ella) en un taller clandestino de diys y en un almacén de chinos a partes iguales y no decir nunca que no. Es coger el teléfono a la hora que sea durante los años de preparativos para escuchar a ver que idea es la última que se le ha ocurrido. Es expresar el máximo apoyo cuando te dicen “me caso” y apoyar también cuando en plena crisis existencial sueltas el “pues yo no me caso”. Es no decir que no a echar una mano. Es salir de compras las veces que haga falta. Es salir a devolver las cosas que has comprado otras tantas veces.
Ser madre de la novia es dar tu dirección a todas las tiendas online de este país porque en tu casa siempre hay alguien. Es transformar tu cocina en un photocall y sonreír cuando no tienes por donde pasar. Es ayudar en mil cosas en tu tiempo libre. Es reírse juntas. Es compartir un año horrible de preparativos y decir siempre ” la boda va a seguir adelante y a salir bien”. Es no derrumbarse y hacer que no te derrumbes. Es saber ser la madre y el padre de la novia. Y hasta la abuela de la novia. Es desesperarte, agobiarte, odiar a tu hija, maldecir la hora en que decidió casarse y luego olvidarlo todo. Es intentar comprender que pasa por la cabeza de la novia cuando en esa prueba de peinado llora y no sabe porqué. Y cuando se enfada con el mundo.
Ser madre de la novia es hacer DIY, es convertirte en una experta de bodas y restaurantes, es enamorarte como lo hizo tu hija del lugar de su boda. Es acudir al rescate. Es estar detrás de la novia. Es llevarse los gritos que no se merecen frutos de los nervios y no contestar. Es cortar, coser, descoser, medir, comprar telas, más telas, volver a medir. Es ser el todo en uno en los preparativos. Y en la boda.
Es disfrutar como una enana de la prueba del menú. Y rechupetearse los dedos. Ser madre de la novia es cogerle el punto al vino en la prueba del menú. Y en la boda. Y que el vino te lo coja a ti. Es dejarle a la novia que cena con agua en su boda tu copa para que no se deshidrate. Y tu abanico aunque sea feo.
Ser madre de la novia es comprar los pendientes de la novia. Es comprar otros pendientes porque a la novia se le ha cambiado la cara al verlos en la vitrina. Es organizar una comida para la familia y uno más. Es ser la anfitriona perfecta con los invitados de fuera.
Ser madre de la novia es suspirar alguna que otra vez mientras esperas a que llegue la novia en la ceremonia. Es sonreír al ver que la novia sonríe. Es pasárselo como una enana. Es comer jamón. Es reír, es llorar cuando no toca llorar y no saber porqué, es disfrutar, es apoyar, es bailar cuando posas para una foto y quejarte de que sales mal, es no cogerle el puntito al vino hasta que le preguntas a la novia si ya se pueden perder los papeles… Es preparar todo, estar pendiente de todo. Es acudir al rescate cuando alguien no se ha acordado de colocar en la barra la bebida favorita de la novia, es quitarse los zapatos y disfrutar, es ponerse unos zapatos 10 tallas más grandes y bailarlo todo. Y cantarlo. Es reírte mucho. Es vivir la boda.
Ser madre de la novia es mirar a la novia al final de la boda y decir “qué bien nos lo hemos pasado hija!”. Es decirle a la gente el fiestón que vivisteis con la excusa de la boda.
Es ser madre de la novia sin dejar de ser madre. Es todo esto y más.
Y es un lujo haberte tenido como madre de la novia. Y es un lujo permanente tenerte como madre.
Y molas mucho. Aunque no te lo diga mucho.
¡Feliz Cumpleaños Señora Madre!
Fotografías: Nuria Fernández de Studio Rafer