Y pasa la prueba. Y salimos de la tienda situada en una de las calles más transitadas de mi querido Gijón y miro hacía un lado y les digo: “mirar, un cartel de una despedida de soltera” y me acerco y…¡¡¡pero si soy yo!!!! ¿Qué hace mi cara aquí?? ¿Cuándo y quién ha puesto esto si hace media hora no estaba? ¿Vosotras de qué os reís? ¡¡Ah claro, es hoy mi despedida?? Por eso te has venido de Madrid?? Por eso ayer me pidieron el cambio de turno?. Un montón de preguntas y la evidencia de qué a veces no soy nada lista para captar señales a mi alrededor.
Os pongo en antecedentes. Yo soy muy del Sporting y muy, muy, muy, mucho de Barral. ¿Quién es Barral? Un delantero que en el 2012 decidió dejar de ponerse esa camiseta rojiblanca que le quedaba tan bien. Yo adoré (y adoro) a ese jugador por encima de todos los demás. Si la afición le cantaba eso de “dásela a Barral que meta gol” yo me bebía alguna copa de más y gritaba aquello de “dásela a Barral que me meta un gol”. Cosas de la juventud. Y del alcohol.
Y de camino a mi casa vi muchos más carteles, arranqué algunos para tener de recuerdo y lo colgué en Twitter. Y ¡madremíadelamorhermoso! que el mismísimo Barral me contestó!! Ala, venga… no hace falta que haya nada más que yo ya estoy contenta para un rato grande!
Mis amigas se despidieron de mi y yo me quedé en casa. No sabía nada y sabía mucho. Sabía que aquello había comenzado y que en cualquier momento podían volver a aparecer… y venir los que faltaban así que venga, vamos a ponernos ropa interior curiosa (que nunca se sabe!) y a esperar.
A eso de las 4 sonó el timbre y yo corrí a asomarme a la ventana. Allí estaban. Cerveza para todos y contarme ya que va a pasar!!!! Los “organizadores” estudiaron conmigo Animación Sociocultural por lo que yo tenía claro que me iban a vestir de Animadora y más después de haber visto los carteles… Antifaz en los ojos y operación “vamos a ponerte guapa que es tu despedida de soltera” en marcha.
Yo notaba que me ataban el pelo, me pintaban las uñas, me metían camiseta por dentro, me la sacaban, se reían, se escojonaban, me maquillaban como si fueran pintores de brocha gorda… Y por fin, por fin me pude ver…y ¡¡¡Me encanta!!! Toma look ochentero, toma colores y toma gafas de sol molonas! Pude ver mi camiseta y las de los demás con frases de canciones de los 80 y esa ballena que es una parte importante en mi vida!
Una vez que vi mi look llegó el momento del juramento y ¡empezaba mi despedida! Una Gymkhana con diferentes pruebas para conseguir salir de mi barrio. Y creerme, un sábado a las 5 de la tarde yo tenía muchas ganas de salir por el barrio y dejar de ver caras conocidas! Jajajaja… La vida es salud, dinero y amor así que tenía que conseguir que alguien me diera un beso (gracias vecina del tercero), que alguien me dieran dinero (gracias chica de la tienda de enfrente) y que alguien me diera una pastilla (gracias madre!).
Después había que coger el autobús con esa pregunta de “Perdona, me he quedado anclada en los 80 me puedes decir el precio en pesetas” Y un olé al conductor majo que no dudo ni un segundo y me respondió. Trayecto en autobús lleno de caras conocidas y con niños preguntando “por qué van disfrazados?” y llegamos a la Semana Negra, una de mis fiestas preferidas.
Allí continuaron las pruebas…. Pruebas muy variadas que iban desde conseguir (o robar) un globo, pasando por regatear en las bebidas y conseguir un buen precio (gracias a los camareros del Baypass que me lo pusieron muy fácil y me ayudaron mucho!), montarme en una atracción o conseguir que alguien cantara conmigo una de los 80… Y cuando una novia en plena despedida tiene que conseguir que le echen una mano nada mejor que pedir ayuda a otro novio al que también le están poniendo pruebas…¡solidaridad entre iguales!
Una vez conseguidas todas las pruebas tocaba disfrutar. Reírse mucho, ver un espectáculo de magia, tomarse una cerveza, otra más, disfrutar con esos amigos que se pasan a verte en tu despedida… Y llenar el estómago!!! Porque como en las bodas, a las despedidas de soltera también se va a comer. Llego más gente y llenamos el estómago en un sitio de los de salir rodando, de los que nos gustan tanto, una sidrería de las de serrín en el suelo y mucha comida en el plato y en la que Batman cenaba unas mesas más allá.
Y la noche nos trajo consigo un montón de relaciones públicas que se peleaban por nosotras (yuhuuuuu chupitos gratis!), cócteles gratis y bares en los que las amigas van de una barra a otra pidiendo tu bebida favorita de parte de camareros. Camareros que tienen ganas de beber y chupitean con vosotros, brindis, copas al aire libre…
Bailes y más bailes en mis bares favoritos, risas, muchas risas y muchas, muchísimas carcajadas, copas, conversaciones con los amigos, análisis sobre las camisetas de las demás despedidas de soltero/a que habitaban los mismos bares, negociaciones con relaciones públicas (al tercer asalto éramos unas expertas sacando ofertas… y ni os digo a los 15 días en la despedida de soltera de mi amiga!), pérdidas y reencuentros de miembros de las despedidas y regalitos, que nunca están de más y siempre molan.
Alrededor de las 4 de la mañana, unas 12 horas después de que aparecieran por mi casa mi cuerpo decía que ya no podía más. Mi despedida ochentera terminaba para mi, que no para todos los que habían estado en ella y volvía a mi casa. Tocaba desmaquillarse, soltarse el pelo y quitarse la falda de tul.
Era la hora de volver a los años 2000 pero sin duda, mis amigos no podían haber elegido mejor década que los de los 80 para disfrazarme y basar mi despedida en ella… porque nosotros nacimos en los 80, crecimos con sus colores fosforitos (antes de que pasaran a llamarse neón), corríamos con sus chandals de táctel y jugábamos al tetris en máquinas que costaban 25 pts…