Ahora nos tocaba entregar los regalos a nuestros amigos. Sabíamos que queríamos hacerlo, pero la verdad es que cambiamos muchísimas veces de opinión (sobre todo yo) y hasta dos o tres días antes de la boda no terminamos de atar cabos y tener claro qué queríamos regalar y a quién. Lo que sí sabíamos es que no haríamos varios parones (momento ramo, momento liga, etc.), porque lo hemos vivido en otras bodas y para las personas que no están implicadas acaba siendo un tostón. Tampoco era nuestra intención no dejarle comer a la gente, de manera que, aun siendo conscientes de que cada regalo se luciría menos, decidimos sacar todos los regalos a la vez. Los interesados se iban a enterar, y en realidad con eso es suficiente. A tu tía la de Cuenca le importa muy poco si le entregas la liga a tu hermana, a tu sobrina o a la vecina del quinto.
Volvimos al pasillo de la cocina. Yo llevaba en una bolsita de plástico la liga y los cuquiborches, y mi chico las copas que habíamos personalizado en una cajita. Recuerdo que hasta el segundo antes de salir no teníamos claro el orden de los factores, jejeje. La canción que elegimos para este momento era movidita: "Accidentally in love" de la BSO de Shrek. Mi chico le había hecho un bucle casi al final para que durase el doble y nos diera tiempo a repartir todo. Salimos bailando al son divertido de la música y entocnes, ¡oops! ¡Caí en la cuenta de que me había dejado el ramo encima de la mesa! Así que para allá me fui, mi chico siguiéndome algo desconcertado, y recuperé el ramo. Por un lado me daba penita, porque de ser mi ramo de novia pasaba a convertirse en un regalo y dejaba de pertenecerme, pero por otro os aseguro que fue una especie de liberación desprenderme de él porque sabía que me iba a dar más pena todavía verlo mustiarse en un jarrón en mi casa. Además, sabía que a mi prima le haría mucha ilusión, sobre todo porque no se lo esperaba. ¡Así fue! Cuando me acerqué a su mesa, creo que pensó que iba a entregárselo a mi otra prima, la que me sigue en edad, pero cuando me vio acercarme a ella noté que se inquietaba, y al plantarle el ramo delante y estamparle un par de besazos en las mejillas se puso roja como un tomate. ¡La pobre quería meterse debajo de la mesa, jajaja! ¡Qué vergüenza pasó, y qué desconcertada estaba! Al momento, me di la vuelta, vi que mi prima mayor estaba de pie, y me vino como anillo al dedo para ponerle la liga a modo de bandana en la frente. Creo que tampoco se lo esperaba, ¡doble sorpresa! Le di dos besos y la liga se le salió de la cabeza, así que mi chico la recogió del suelo y se la volvió a poner, jejeje. Mi idea inicial era entregarle el ramo a mi prima mayor, porque siempre ha estado a nuestro lado en los peores momentos, pero en mi despedida comentó que alguien ya le había regalado el ramo en otra boda y le había parecido un incordio, así que tuve que cambiar de plan.
El ramo
La liga
Los broches
A continuación, nos dirigimos a la mesa donde estaban mis amigas de toda la vida, y a tres de ellas les entregué las cajitas con los cuquibroches. Al principio no cayeron en la cuenta de que eran broches, sino que creían que eran muñecas. Cada uno iba acompañado de una tarjeta con una dedicatoria personal escrita por mí, así que no tuve mucho que decir. Mi chico iba repartiendo besos detrás de mí a cada una de las chicas que recibía un cuqui, jejeje, qué novio más galante...
Aquí estamos en medio del reparto.
Finalmente, acabamos en la mesa de nuestros amigos comunes, los que nos había robado todas las cosas. Les di a las chicas los broches restantes y después me fui hacia nuestra mesa, mientras mi marido hacía que los chicos se levantasen y se acercaran al centro del salón, donde les entregó las copas, les dijo unas palabras de agradecimiento y brindaron después de que el camarero les sirviera champagne. Él me había acompañado a repartir los broches, el ramo y la liga, y la idea era que yo me quedase con ellos también para brindar, pero en ese instante cambié de idea y decidí que era mejor dejarlos solos, que disfrutasen de ese momento sin que yo estuviera en medio. Fue muy bonito observar cómo a todos les brillaban los ojitos mientras mi chico les hablaba (aunque nadie salvo ellos se enteró realmente de lo que les decía porque la música ahogaba las voces) y luego levantaron las copas para hacerlas chocar. ¡Acabamos todos aplaudiendo!
De los momentos posteriores no tengo un recuerdo muy claro. Sé que continuamos pasando por las mesas y hablando con la gente, y que en algún momento nuestros amigos pidieron que bailásemos la pelusa y que les sirviéramos vino, pero es una parte del convite que se me ha quedado algo borrosa. Necesitaría ver el vídeo. Lo que sí recuerdo fue el último beso que nos pidieron, que fue más o menos para entonces, y con el que nos reímos una barbaridad porque jugamos a ver quién aguantaba más, el salón contando o nosotros besándonos... ¡Y ganaron los novios! Cuando llegaron a 37 se cansaron de contar y empezaron a gritarnos "¡iros a un hotel!" y cosas por el estilo, ¡jajaja! ¡Qué flojos!
El libro de firmas se quedó parado en la mesa de mi hermano y mis primos. Había dejado encargada de pasarlo por las mesas a mi amiga María, pero claro, yo no sabía que iba a estar atareadísima ultimando el vídeo y haciendo mil y una cosas más, así que ella le pasó el testigo a mi prima mayor. Problema: mi prima también estaba más liada que la pata de un romano, así que, aunque comenzaron a pasar el libro de firmas hacia la mitad de la comida, en algún momento se quedó atascado y, cuando quisieron volver a hacerlo circular, la gente ya estaba tomando el postre en otras mesas, con el café y preparándose para la barra libre. La mayor parte de la familia de mi chico, por ejemplo no llegó a firmar, y mis compañeros de trabajo y mi familia del pueblo tampoco. A día de hoy no sé qué solución debería haberle dado al libro de firmas para que hubiera funcionado mejor, porque alguien me sugirió ponerlo sobre una mesa debajo del panel de invitados, pero es que eso es lo que se hace aquí en los velatorios y tampoco es que fuera una asociación de ideas muy grata. En fin, creo que, si decidís poner libro de firmas, lo ideal sería que se lo confiarais a alguien que realmente no vaya a estar ocupado, quizás un compañero del trabajo o algún familiar no muy allegado, con muchas dosis de paciencia y a quien tampoco le importe pasear por el salón con el librito... Porque ésa es otra: si el libro circula por el salón, está condenado a que la gente lea las dedicatorias de otras personas, a que lo soben, a que se tengan que pensar lo que quieren escribir, etc. y eso lleva mucho tiempo. Éste es nuestro libro: portada, primera página, y un momento en el que alguien firmaba.
El libro de firmas
La primera página
Un amigo firmando.