Esto lo supe después, no el mismo día de la boda, pero las bolsitas de arroz tuvieron tal éxito que no hubo suficientes y los que se retrasaron saludándonos en el foso tuvieron que compartir con los demás. Entre mi madre, mi amiga María y yo hicimos 60 bolsitas, para las cuales habíamos utilizado 4 kilos de arroz largo (que tiene menos almidón), varios metros de cinta de regalo para atar y 3 metros cuadrados de tul de color rosa, fucsia y azul para hacerlas, pero la gente arrambló con ellas.
¡Éste fue el momento arroz! Fijaos cómo estaba de concentrada, que ni me enteré de los 20 metros de traca que habían traído nuestros amigos y que dejaron sorda a media boda. ¡Que se note que somos levantinos, jajaja!
Yo no sé cómo, pero cuando nos acostamos por la noche, todavía llevábamos arroz en lugares imposibles, como dentro de los calcetines mi chico y yo dentro del sujetador. En más de una foto salimos quitándonos arroz de la cabeza...
Me alegró ver que la mayoría de la gente no tiró las bolsitas de tul al suelo, pero contra la gente más cochinilla, ¡ahí estaban mi abuela materna y mis primos pequeños! Nos acercamos a saludar a mis abuelas, que están juntitas a la sombra de una palmera, y me veo a mi abuela materna con una colección de circulitos de tul, y mis primos que le traen más... "¿Y esto para qué?", le pregunto yo. "Voy a hacerles vestidos a las muñecas", responde mi abuela. Al oír eso, a mi prima le hacen chiribitas los ojos, jajaja. Yo no sé si estaba bromeando o lo dijo en serio, pero es una mujer con una imaginación, una inteligencia y una maña increíbles, así que no me extrañaría que obrase algún pequeño milagro con las ex-bolsitas de arroz. Fue ella la que me pintó a mano el mantón de Manila que estuve dudando si ponerme por la noche; creo que ya comenté esa idea por el foro. Si voy a casa de mis padres y me acuerdo de sacarle una foto, os lo enseño.
Mi abuela paterna, que ha estado malita, apenas puede levantarse del banco. Sólo tenemos dos fotos con ella que hizo el fotógrafo, y no son muy buenas porque nos coge de espaldas y le tapamos un poquito la cara. Mi chico siempre ha sido encantador con ambas y ellas le quieren mucho. Yo no he llegado a conocer a ninguna de sus abuelas.
Volvemos a pasar de abrazo en abrazo, de beso en beso, dejándonos llevar un poco por la inercia del torbellino de gente. Al final no recuerdas a quién has saludado y a quién no, si alguien ha pasado tres veces o ninguna... Hay momentos muy especiales, sobre todo cuando te encuentras con personas a las que llevas mucho tiempo sin ver y a las que quieres mucho sin darte apenas cuenta en la vida cotidiana: primos segundos que viven lejísimos, compañeros de la universidad con los que sólo te encuentras de boda en boda... También conoces a gente nueva; la única pega es que al minuto no recuerdas el nombre de nadie. Das las gracias un poco por sistema, y sientes que está feo porque querrías hablar algo más con cada persona, pero es que no tienes tiempo para más. Y luego te encuentras con tu gente de todos los días, los que te miran con una luz especial en los ojos y cuyo abrazo vale un mundo y cuyas palabras son las que más te importan. El único momento de todo el día en que se me saltaron las lágrimas y no pude contenerlas fue cuando mi cuñado, el hermano de mi chico, se me acercó, me besó y me dijo algo tan simple como "muy guapa, Ana, muy guapa". No sé si fue por su tono de voz, porque no es muy dado a expresarse o porque simplemente no me lo esperaba, pero no me pude aguantar... ¡Le di un súper abrazo y le dije que era el único que me había hecho llorar, que si eso le parecía bonito! Se rió. Mi forma de reaccionar me sorprendió incluso a mí misma, porque conscientemente nunca he tenido la sensación de sentirme muy unida a mi cuñado. Es más, mi chico y él son como el día y la noche. No sé si esos momentos volverán a repetirse alguna vez, porque como he dicho, él además es una persona muy reservada, pero siempre me quedará que el día de mi boda dejó que la coraza se le resquebrajase un poquito y me demostró que me apreciaba... Y yo me di cuenta de que yo a él también. Más de lo que creía.
Y sobre mi propio hermano... ¿Qué decir? Que lo adoro, lo quiero con locura, y eso nos ocurre a toda la familia, desde el más pequeño al más grande, porque es una bellísima persona y además un cachondo, pero me fastidia sobremanera que a menudo sea tan independiente. No queremos echarle la culpa a mi cuñada, su novia, porque algo de responsabilidad tendrá él, pero lo que no podemos negar es que desde que se fue a vivir con ella, se ha alejado de todos nosotros. Sin embargo, como tiene ese duende y sabe meterse a la gente en el bolsillo, enseguida se le acoge de nuevo con gusto, e incluso la familia de mi novio vino a decirme que qué majo era mi hermano, que nadie se lo imaginaba así. Un crack.
En fin, que me voy por las ramas... Nosotros no lo supimos entonces, pero nuestros amigos acabaron de grabar y preparar las fotos para el vídeo que proyectarían después de la comida en esos momentos. Todos y cada uno de ellos se portaron fenomenal por muchos motivos. Estuvieron al pie del cañón desde las 7 de la mañana, que se dice pronto. Os pongo una de las fotos que hicieron en ese momento y que después insertaron en la proyección. ¡No me digáis que no son buenos!
Por último, una foto de familia que me encanta y que nos hicieron antes de marcharnos con el fotógrafo. De izquierda a derecha: mi cuñada, mi hermano, mis padres, nosotros, mis suegros y mi cuñado. No os he dicho nada del vestido de mi suegra: se lo hicieron a medida muy discretito, justo como ella lo quería, pero muy elegante a la vez. El fondo era de raso malva y encima llevaba chantilly en tonos malvas, grises y plateados. No se animó a ponerse tocado; eligió en su lugar un mini-pasador en color malva. Los zapatos y el bolso eran en plata vieja. Observad cómo agarra a mi chico del brazo, jejeje, no quería soltarlo ni a sol ni a sombra.
¡Vamos a por el reportaje!