Ya como marido y mujer, nos sentamos de nuevo para que la concejala se despida en su nombre y en el del Ayuntamiento. ¡Esto se acaba! ¡Ya está! ¡Se ha pasado la ceremonia de mi boda y apenas me he enterado! La verdad objetiva es que la ceremonia en sí fue muy cortita, de apenas 15 minutos, pero a mí se me pasaron como si hubieran sido muchísimos menos. Con todo, los invitados coincidieron en que lo bueno, si breve, dos veces bueno, y además con el añadido de que, al ser una novedad para ambas familias y muchos de nuestros amigos, acudieron casi todos, salvo los que tenían que trabajar hasta mediodía. A mí se me pasó volando porque fue llegar y besar el santo, pero la gente disfrutó más de la finca y el ambiente porque llevaban allí casi media hora más que yo.
La concejala pide a los invitados que en lugar de acercarse al foso, donde nos encontramos nosotros, vayan hacia la parte trasera del jardín, por donde entramos al principio, mientras nosotros firmamos las actas. Desde allí podrán felicitarnos y lanzarnos el temido arroz.
¿Pero es que la gente hace caso? ¡En absoluto! Comienza a sonar la música de clausura (Brian Adams, "Everything I do") y algunos se van hacia donde les ha indicado la concejala, a pertrecharse de arroz y a pillar un buen sitio, pero muchos bajan al foso y mi chico y yo nos perdemos en una marea de besos, abrazos y felicitaciones. En un momento en que me quedo sola, de milagro, la pobre concejala me rapta y me lleva a la mesa, y al instante tengo a mi chico pegado a mí; ¿cómo ha conseguido escapar con elegancia?
Lo primero que hago nada más plantarme ante el acta es buscar el nombre y los apellidos de mi chico para comprobar que son correctos. A ver, a ver, a ver... ¡Ah, están bien! Entonces puedo firmar, jeje. Mi chico y yo nos reímos. Hay dos actas, una oficial para el juzgado, y otra de recuerdo para nosotros. Éste es uno de los momentos en los que no sé dónde meter el ramo, pero es la concejala, muy práctica, la que me dice que lo coloque sobre la mesa porque hará bonito en las fotos. ¿¡Cómo no he caído yo misma?! Nadie es perfecto, jeje.
La gente sigue acercándose a felicitarnos incluso mientras firmamos, y en cuanto acabamos, vuelta a empezar... Hasta que no queda nadie y sólo estamos mis suegros (que tuvieron que firmar en calidad de testigos), nosotros y la concejala. La chica mete las actas en los sobres y nos las entrega. Éste es el momento que mi chico y yo compartimos antes de enfrentarnos al momento arroz y que hemos bautizado como "¡ya no somos unos "sin-papeles!". Es una foto entre divertida y tierna.
Nos disponemos a salir del foso y a dirigirnos hacia donde está la gente subiendo las escaleras hacia la parte trasera del jardín. Yo me voy sin ramo, ¡ups, qué despiste! Es mi suegra la que lo recupera y me lo da. Mi chico y yo cuchicheamos, ¡sabemos lo que nos toca! Yo me muero de ganas de sentir esa lluvia de arroz sobre mi cabeza, jajaja. Una imagen vale más que mil palabras, así que os enseño fotos de esos instantes... Y luego sigo.
"¡Ánimo, vamos allá!"
"Vaaaya tela, lo que se nos viene encima..."
"¡Que sea lo que tenga que ser!"