A Xavi y a mi nos apetecía hacer una escapada y después de muchos años escuchando hablar a mi madre sobre la Provenza francesa, decidimos que ese fuera nuestro destino. Queríamos desconectar, y este destino, a 4.30h de viaje en coche desde Barcelona, era el lugar perfecto.
El viernes por la tarde nos pusimos en marcha rumbo a Aix-en-Provence, la ciudad donde habíamos reservado nuestro hotel. La verdad es que el viaje fue un horror, el navegador nos decía que tardaríamos 4 horas y media pero acabamos haciendo un viaje de 7 horas... Es cierto que a la salida de Barcelona encontramos el típico tráfico de todos los viernes pero imagino que cogimos sin querer un camino alternativo, porque llegar a las 2h de la madrugada en lugar de las 23-24h como teníamos previsto no era lo que esperábamos!
Lo importante es que llegamos y supimos descifrar las indicaciones que nos enviaron desde el hotel ya que llegaríamos sí o sí fuera de horario de recepción.
Nos alojamos en el Hotel Bastide du Roy René, situado a las afueras de Aix-en-Provence, que encontramos a través de la web Booking.com una semana antes. Nos guiamos por las fotos y por el precio, la verdad es que tenía muy buena pinta. Aunque no es oro todo lo que reluce... He de decir que nos llevamos un chasco al ver la ubicación del lugar, en una zona medio industrial, cerca de la carretera... Poco idílico la verdad. Pero lo peor de todo no fue eso, sino que la habitación no era lo más limpio del mundo. Moqueta sucia, manchas sospechosas, bañera oxidada, cortina de ducha amarillenta... Bueno, lo que no esperas encontrar cuando viajas en plan romántico. Pero bueno, nos lo tomamos con filosofía, y disfrutamos de otras cosas bonitas de ese viaje.
El sábado nos levantamos a una hora razonable (teniendo en cuenta que nos habíamos ido a dormir a las tantas) y nos fuimos directos al centro de Aix-en-Provence, nuestro plan era desayunar allí y luego visitar otros pueblecitos.
Aix-en-Provence:
Aix-en-Provence es una ciudad pequeña pero "muy molona". Al terminar el fin de semana andábamos por ahí como Pedro por su casa. El centro está rodeado de una ámplia calle donde hay varios garajes donde aparcar fácilmente para ir caminando al centro.
El sábado por la mañana, estaba lleno de gente paseando, turistas y locales pero mayoritariamente gente que vive allí. Los franceses tienen fama de vestir bien, y de "saber de moda" y en esta ciudad realmente se nota. Las chicas van arregladitas pero sin pasarse, con ropas de colores neutros y de "día a día", algunas de ellas con tacones. Los chicos son más arriesgados, los jóvenes llevan pantalones de colores combinados con camisas lisas o jerseys atados al cuello, una mezcla entre "pijo" y "hipster". Los señores y señoras un poco más mayores también visten muy elegantes! La verdad es que da gusto sentarse en una terraza a cotillear y a mirar la gente que pasa...
La mayoría de calles son peatonales, y están llenas de tiendas, de las modernas y de las auténticas. Y de otros rincones que vale la pena encontrarse...
Encontramos que había mercado en todas las plazas. Si sí, andábamos arriba y abajo y en todo el centro había mercadillo. En una plaza estaba el mercado de comida, en otro el de flores, y en otras calles el mercadillo de ropa y "cosas" de toda la vida.
El más bonito sin duda el de comida, donde el producto es buenísimo! Nosotros compramos unos cuantos quesos que estaban riquísimos y todo tenía una pinta estupenda.
Gordes:
Decidimos poner rumbo al siguiente destino, Gordes. Nos habían hablado de este pueblecito idílico y "de película" a una hora de Aix-en-Provence así que fuimos para allá a la hora de comer.
Gordes se encuentra situado en la cima de un monte, y rodeado de campos llenos de fincas y viñedos, realmente espectacular. Las vistas del pueblo desde fuera y las vistas desde sus calles, son impresionantes. Además, tuvimos la suerte de viajar justo cuando empieza el frío, hemos ido en pleno otoño y los colores de la vegetación son muy bonitos ahora mismo.
Se trata de un destino bastante turístico por lo que aquí sólo hay "guiris" haciendo fotos, pero la arquitectura del lugar, las tiendecitas y las vistas merecen la pena.
Nos hizo gracia ver este pequeño restaurante donde se rodó una escena de la película "Un buen año" con Russell Crowe (podéis ver el clip aquí).
Roussillon:
El otro pueblecito que visitamos el sábado por la tarde fue Roussillon, a 10km de Gordes y famoso por sus rocas de color ocre. Era curioso que además de su paisaje natual, las casas también estaban pintadas en estos tonos.
Antes de llegar al pueblo, de camino entre Gordes y Roussillon, nos cruzamos con unos campos de lavanda recién cortados. No había flor ni era de color lila ya que la temporada es en verano, pero mi madre nos había enseñado muchas fotos y reconocimos los campos al instante, por eso no pude evitar saltar del coche para hacer un par de fotos en esos campos, aunque no tuvieran flor.
He de decir que aunque sólo estuvimos un fin de semana, tuvimos tiempo de ver muchas cosas y mereció la pena pegarnos un viaje tan largo (de ida, a la vuelta tardamos menos...).
Para mi, lo mejor de este viaje fueron los paisajes y la arquitectura que era igual en todos los pueblos a los que íbamos. La combinación de fachada de color claro con los porticones en color azul clarito me encantó, y curiosamente estos dos son los colores que hemos escogido para pintar nuestro nuevo piso... ¡qué casualidad!
Con unas cuantas imágenes de estas fachadas os dejo por hoy, espero que os haya gustado!