Un año después de tu boda te das cuenta, si no lo has hecho antes, de que si, la boda pasa muy deprisa y no mentían aquellos que te avisaban de ello pero también recuerdas que vivimos de recuerdos y construir recuerdos bonitos es uno de los mejores planes para esta vida. Recuerdos de esos que te hacen morir de envidia al recordarlos, que te gustaría volver a vivir, de los que hacen que reces por las noches aunque no sepas muy bien a quién para que inventen de una vez una máquina de regreso al pasado para revivirlos.
Un año después de tu boda no te vas a poner a organizar otra en la los protagonistas seáis los mismos. ¿Sería genial, verdad? Suena muy bien eso de casarse cada año pero seamos realistas, volver a organizar el bodorrio, que toda tu gente te siga tu rollo (empezando por tu chico) y volver a gastarse los ahorros no es tarea fácil.
Un año después de mi boda yo tenía ganas, muchas, muchísimas de volver a vestirme de blanco o mejor dicho, de volver a pasar un día bailando con mi falda de novia, aquella que me me había enamorado casi dos años atrás… Y casi sin saber ni cómo ni cuando, ni ciento volando… mi chico y mi fotógrafa favorita se habían subido al carro.
365 días después volvíamos a encontrarnos, volvíamos a ponernos delante de la cámara y volvíamos, lo prometo, a reírnos como nunca y como siempre.
Juntos, nos fuimos hasta Espinareu un pueblin con encanto del interior de mi Asturias, un pueblin de esos que me transportan a cuando me caía a todas horas (ahora ya me caigo menos), un pueblin con un verde de lienzo…
…y un río dónde chapotee cuando llevaba lazos en el pelo.
Y es que ya os he dicho muchas veces, que cuando un lugar que os/nos hace felices es el escenario para una sesión de fotos vosotros/nosotros salís/salimos mucho más guapos.
Hoy, 365 días después quiero compartir con vosotros la que para mí, ha sido la mejor manera de celebrar nuestro aniversario…
¿Qué hace falta?
Un escenario de esos de película para vosotros, en nuestro caso un rincón de este paraíso en el que tenemos la suerte de vivir.
Vuestro look de novios, o, como en nuestro caso parte de él. Yo llevaba mi adorada falda y mis Converse, mi chico se decanto por llevarse la americana.
Algún complemento que muestre vuestra personalidad. No vale disfrazarse que eso se nota. Las únicas camisetas que tenemos “iguales”, un collar de Corazonadas, los calcetines que nos regalamos meses antes de UO* y esa pulsera de Pamela Floreshicieron el resto.
Una fotógrafa. Nuria, nuestra fotógrafa esa con la que hemos formado ya un “equipo”, esa que nos sigue el rollo sin preguntar, esa de la que somos fans.
Ganas. Ganas de las grandes de pasarlo genial, de ser vosotros, de reírse, de venirse arriba delante de la cámara, de ser felices… De, como dije al principio, seguir construyendo recuerdos.
Y quererse. Gustarse. Mucho… pero eso todos los días del año….
Y de arriba a abajo y viceversa, aunque llegues a casa con los pies llenos de barro porque has salido en sandalias y te ha pillado la lluvia o aunque te levantes todos los días con los pelos como si hubieras metido los dedos en un enchufe. No valen excusas.
Y pasar la tarde, porque al final, hemos venido a eso. A no hacer nada más que mirarnos, que contarnos cosas, que querernos, que ser felices… Ese es el resumen. Y el todo.
Aquella tarde de Septiembre fue una de esas tardes de sentarnos y parar el mundo, de llevar el reloj puesto y no saber la hora qué es, de hacerse de noche entre árboles, de hablar el uno con el otro y de seguirnos el rollo….
Una tarde de las que terminan con selfies pillados…
Una tarde en la que, de nuevo, los dos tenemos claro que nos volveríamos a decir sí…. a pesar de nuestras manías individuales…
Una tarde en la que, sino te ha quedado claro, te lo vuelvo a decir…
Y tú, ¿Te animas a sacar tu vestido en tu próximo aniversario?
FOTOGRAFÍAS: Nuria Fernández.