Todos lo hemos dicho. Una o mil veces. Luego pasan los años y algunos no lo cumplimos pero otros sí, otros se dan el Sí, Quiero en Covadonga, creando una boda de cuento en un enclave de cuento.
Pelayo lucía tan espléndido como el sol con su traje convertido en el “algo azul” y su corbata roja. Y yo al verlo he vuelto a declararme fan de los novios con personalidad que huyen de los tan vistos negros y grises y apuestan por un toque de color para el gran día. Pasaban los minutos y llegaba ese momento que sólo viven los novios, esa llegada al lugar, esos nervios visibles, esos saludos y abrazos con los amigos, esas sonrisas…
Al mismo tiempo, a unos cuantos km de allí, Ana se preparaba para dar el gran paso en el Palacio de Rubianes, uno de esos palacios asturianos situados en pleno paraíso que desprenden encanto por los cuatro costados , y que sería el escenario de la celebración horas después.
Poco después, el mundo se paró en Covadonga. Fue en ese instante en el que la novia hacía su entrada en la Basílica. Al fondo, Pelayo la veía avanzar hacía él, los metros iban desapareciendo y ellos sólo se veían el uno al otro. Llevaban meses imaginando ese momento y había llegado.
Con las alianzas puestas, la complicidad traída de casa y un amor de esos que se transmite sin necesidad de nada más, Pelayo y Ana salían de la Basílica de Covadonga convertidos en marido y mujer.
Si aún quedaban algunos nervios éste era el momento de que desaparecieran. Los invitados comenzaban a llegar al Palacio de Rubianes mientras Ana y Pelayo disfrutaban de esos momentos de soledad porque aunque Álvaro Sancha captaba todos los momentos, en esos momentos para ellos sólo existían ellos.
En el Palacio, todos los asistentes disfrutaban de las maravillosas vistas y de todo lo que habían preparado para ellos. Los novios pensaron en todos los detalles para que sus invitados disfrutaran al máximo. Una boda alegre, colorista, con música en directo de la mano de La Banda de Fesser y con sidra asgaya. Una combinación perfecta completada con una preciosa y romántica lluvia de confetti/mariposas para la novia.
El aperitivo daba paso al banquete y el banquete a la gran fiesta que todas las bodas deben tener. Una fiesta donde lo único que importa es el amor y ser uno mismo, donde las copas se alternan con las sonrisas enormes, donde los bailes se mezclan con los abrazos, donde el mundo vuelve a pararse en repetidas veces… Una fiesta de las que cuesta irse.
Gracias a Álvaro Sancha por dejarnos compartir esta boda.
FOTOGRAFÍA: Álvaro Sancha
CEREMONIA: Basílica de Covadonga
LUGAR DE CELEBRACIÓN: Palacio de Rubianes
WEDDING PLANNER: The Happy Day
MÚSICA: La Banda de Fesser
PELUQUERÍA:Naccho Madri