El 2014 casi llega a su fin y, aunque hubiese preferido escribir mi último post del año la próxima semana, ha llegado el momento de tomarse un respiro, recargar pilas y disfrutar de los próximos días acompañada de mi familia y amigos.
No os voy a engañar. Soy de esas personas que no saben disimular cómo se siente ni en su vida personal ni en su vida 2.0. Ya sé que estaréis acostumbrados a ver bloggers y más bloggers que inundan sus redes sociales con mensajes y fotos a cerca de sus perfectas vidas pero, lejos de la realidad, esas vidas no son tan perfectas como, a veces, parecen, al menos, no la mía.
Mi año 2014 no termina con un balance positivo. No puedo decir que éste haya sido un mal año pero tampoco lo guardaré en mi memoria como uno de los más felices.
Quizá no empezó del todo mal pero la inmensa mayoría de los proyectos en los que había depositado mi ilusión no han seguido adelante y otros ni si quiera han sido algo más que propósitos así que no siento que sea un año que haya sido positivo en mi vida. Aún así, sé que pese a no sentirme satisfecha (no me gusta la palabra "fracaso") por no haber logrado mis objetivos, debería estar inmensamente feliz ya que ni la salud ni el amor ni el trabajo me han faltado pero hay algo muy importante que si he echado a faltar y que, casi sin darme cuenta, me ha hecho ir perdiendo la ilusión por mi día a día.
Hace ya algo más de 4 años la crisis se instaló en mi vida. Mi marido perdió su empleo y nuestra vida dió un giro de 180 grados. No es que viviésemos a un ritmo desenfrenado porque siempre hemos vivido de manera bastante austera pero ese golpe nos supuso cambiar nuestra rutina por completo. Se acabaron los viajes, las escapadas, las cenitas... Todas esas cosas que una pareja de 30 años en la sociedad actual suele hacer. Era lo que tocaba. Había que apretarse el cinturón pero, lo más importante, mi marido tenía que replantearse una nueva trayectoria profesional si quería volver a encontrar un empleo estable a largo plazo. Siempre le había animado a estudiar y, aunque al principio tuvo muchísimo miedo de afrontar el reto, con ayuda de buenos amigos, conseguí convencerle de que esa era la mejor salida. Desde entonces ha sido un auténtico héroe. Ha sido capaz de estudiar, trabajar y salir adelante sin perder la sonrisa al mismo tiempo pese a los obstáculos que se ha ido encontrando en el camino. El próximo año, teóricamente, será su último año y espero que la vida, por fin, le regalé esa oportunidad que tanto se merece y que desde hace cuatro años le está negando.
A mi la crisis me regaló la oportunidad de conocerme a mi misma (saber quién soy, qué espero de la vida, qué me hace feliz, a quién quiero y necesito en mi vida...) y, lo más importante, me hizo darme cuenta de que nunca le había dado a suficientemente importancia al tiempo. Había vivido siempre a un ritmo tan frenético que jamás me había parado a meditar que quería hacer y con quién quería compartir mi tiempo.
¿Y por qué os cuento todo esto hoy?
Porque hace cosa de un mes, cenando con unas amigas, me hicieron una inocente pregunta que, lo creáis o no, me hizo reflexionar aún más a cerca del tiempo y darme cuenta de cuál es mi único deseo para el 2015.
Me preguntaron ¿A quién consideras tu familia? Y yo no lo dudé ni un segundo y respondí que mi familia es mi marido. Os prometo que no olvidaré jamás sus caras de sorpresa. Imagino que no entendían mi respuesta. No me mal interpretéis. No es que no considere a mis padres y hermano mi familia, que lo son, pero soy de esas personas que creen que la familia es la que cada uno forma y mi marido y mis dos gatitos, por tanto, ahora son mi familia.
El caso es que en esa inocente pregunta me hizo darme cuenta de que desde hacía 4 años tenía un mismo deseo y erróneamente siempre le pedía al año nuevo otro deseo completamente distinto que el que realmente quiero que me conceda.
Así que no he encontrado mejor manera de desearos felices fiestas y feliz año nuevo que compartiendo con vosotros, los lectores, que estáis ahí día a día. mi deseo para el 2015.
Porque lo que más he echado de menos durante estos largos cuatro años y echo de menos hoy por hoy es pasar mi tiempo junto a mi marido. Echo de menos salir a pasear, salir a fotografiar paisajes, ir al cine, tomar un café mientras planificamos nuestro futuro juntos, abrazarme a él por las noches, tumbarnos en el sofá a ver una peli, comernos unas palomitas, reírnos juntos... no necesito nada material aunque cometa el error de pedirlo... sólo lo necesito a él y pasar tiempo junto a él porque si algo bueno me ha enseñado la crisis es que al final eso es lo más bonito que me va a regalar la vida. El tiempo que pasemos juntos.
Sólo quiero y deseo que el 2015 me regale muchos momentos a su lado y que podamos poner en marcha todos esos proyectos que hace 4 años guardamos en un cajón.
Es mi único deseo para el 2015.
¿Y vosotros? ¿Qué le pedís al nuevo año?