Llevaba mucho tiempo queriendo publicar esta entrada. Tanto, que he pospuesto el tema que tenía preparado esta semana para enseñaros esta boda tan especial para mí, inmortalizada por Volvoreta.
Todo sucedió hace más de un año, durante el día de la Hispanidad. Madrid se despertaba soleado, ansioso de un día de fiesta. La de todos, pero sobre todo la de Olga y Alfonso, que con tanto mimo y cuidado habían preparado millones de detalles con un marcado carácter madrileño -porque los dos son castizos- pero haciendo un guiño a su pasión por los viajes.
Muy nerviosa, me enfundaba mi look bodil rosa y cogíamos un taxi a mediodía rumbo a la Basílica de San Miguel, en pleno epicentro del Madrid de los Austrias.
Estaba como un flan porque íbamos contra reloj y porque tenía el honor de ser testigo. No se me ocurre mejor manera de que una amiga te haga sentir tanto su día como serlo, sentarte frente al altar, tan cerquita de ellos y poder mirar sus caras durante toda la misa. La sonrisa de ella al llegar al altar, el temblor de piernas de una madre, los niños correteando desbocados, las bromas de un cura más cercano de lo normal, el llanto de otra amiga testigo emocionada.
Cuando vives muchas cosas junto a alguien y luego asistes a su boda, te das cuenta si ha optado por incluir elementos estándar que podrías encontrar en cualquiera unión, o ha cuidado las pequeñas particularidades. Contrastes que hacen de costumbres comunes algo personal, totalmente suyo.
Me encantan las fotografías de Volvoreta porque reflejan la alegría, colorido y buen gusto de este enlace. Pero me enternecen especialmente porque veo muy marcada la personalidad de mis amigos, no sólo en gestos y expresiones, sino en esos detalles que escogieron que, por la viveza del directo, a veces pasan desapercibidos, pero que en foto permanecen.
El ramo multicolor de ella, sus zapatos rojos, la sobriedad rota por la espontaneidad de él, el confeti festivo...
La Finda El Pendolero nos ofreció unas vistas alucinantes de la capital mientras disfrutamos de música en directo, comida rica, olor a Sierra y muchas fotos y risas entre amigos.
El hilo conductor de toda la celebración fueron los viajes. Tanto les gusta viajar, que meses antes los novios nos pidieron que les mandáramos una postal desde algún lugar del mundo al que tuviéramos la oportunidad de viajar.
Fue precioso ver expuestas todas nuestras postales durante el cocktail, pero aun me gustó más vivir el proceso en el que Olga nos iba anunciando con ilusión las que iba recibiendo en casa.
Después de la comida nos dimos la fiesta padre.
Creo que una cuidada selección de temas musicales es algo básico para garantizar el éxito de un buen baile. Ellos supieron hacerlo, pensando en ellos mismos, pero también en el gusto, edades y personalidades de los invitados.
No faltó ninguna de las míticas canciones que entre amigos nos gusta bailar y cantar a berridos. Tampoco aquellas para que los padres y abuelos se luzcan bailando en pareja, e incluso algún friki-tema que al novio le hace subirse.
Cuando recuerdo los momentos de que disfrutamos pienso en que así deberían vivirse todas y cada una de las bodas a las que asistimos. Tan partícipes que revivimos la historia de amor de dos a los que has visto tontear, conocerse, enamorarse, casarse y finalmente, tener mellizos ;).
PD 1: Esta fue una boda con preciosos e inspiradores looks de invitadas Si te gustaría ver algunos de los ellos puedes encontrarlos aquí.
PD 2: Otra de las bodas en las que disfruté como una cría fué en la de Adis y Jaime. ¿La has visto ya?