Sabrás que es tu vestido cuando:
No dejas de pensar en él. Miras la foto del vestido constantemente, buscas las fotos que te hiciste con el puesto, te imaginas con el vestido y resto de complementos, te pasas horas pensando en el peinado y maquillaje que mejor le irán.
Comparas el resto de vestidos con el tuyo. Aunque no es recomendable que una vez que hayas elegido tu vestido sigas mirando más, si tu vestido sale ganando te ayudará a reforzar la idea de que has elegido el vestido correcto.
Estas deseando que tu pareja lo vea. La tradición suele mandar en estos casos y la mayoría de las parejas cumplen con ella, así que tendrás que esperar al día de la boda para que el novio te vea enfundada en tu vestido, ¡aunque cada dos por tres tengas que contenerte las ganas de enseñarle una foto!
Te lo llevarías puesto. Te ves estupenda, guapa, cómoda, no te ves disfrazada, no te lo volverías a quitar en la vida… definitivamente ¡este es tu vestido!
Sueñas con que llegue el día de tu boda para llevarlo puesto. Normalmente pasan meses desde la primera prueba hasta la siguiente. Meses en los que sigues dándole vueltas a cómo te quedará tu vestido después de los ajustes, te preguntas si te seguirá pareciendo el vestido más bonito del mundo e incluso te dará la sensación de haberte olvidado de cómo es. Todas tus dudas desaparecerán cuando os volváis a encontrar.
No puedes contener la emoción cuando te ves con él puesto. Este último punto no es del todo indispensable. No todas lloramos cuando encontramos nuestro vestido de novia, así que si no te conviertes en un mar de lágrimas ¡tranquila, aún puede ser tu vestido!
Y vosotras ¿cómo supisteis que era vuestro vestido?