“… A Sylvia no le gusta su pelo. Preferiría la melena rubia de Nadia, la bielorrusa adoptada, o el pelo liso de Alba, dos de sus mejores amigas en clase.
Lo bueno del pelo es que al menos no tienes que verlo a todas horas. No ocurre igual con los pechos. Dos años atrás Sylvia suplicaba en secreto para que le crecieran; ahora sospecha que sus deseos se hicieron realidad, demasiado realidad. Como si las plegarias por la lluvia trajeran inundaciones. No se atreve a dar un paso sin su cien de sujetador. Esa prenda que siempre le pareció ortopédica. Por la calle convive con las miradas rijosas que se clavan en ellos, en gimnasia escucha bromear a Santiso y Ochoa con el bamboleo incontrolable, en cualquier conversación hay un instante en el que sus tetas se apropian de la atención, del espacio y del tiempo. Cuando elige una camiseta o un jersey lo hace en competencia con sus tetas, si ellas destacan, el resto de su persona es ignorado. A veces ella misma bromea, no es agradable llegar a todas partes un minuto después que tus tetas…..”
Saber Perder, David Trueba.
No se podía describir mejor. Y cuando abres un libro de uno de tus autores de cabecera y te encuentras este fragmento no puedes evitar verte reconocida y sonreír, porque al final, pasan los años y te acostumbras a ponerle una sonrisa a todo. A todo menos a esas miradas rijosas de las que habla.
¿Y esto a qué viene? A lo largo de este año me he propuesto que me conozcáis un poco mejor a través de la pantalla. Una de mis mayores aficiones es leer. Leer y releer. Subrayar aquel párrafo que me iluminó la cara. Y leérselo a la gente que me rodea. Me encanta que me regalen libros y regalarlos.
Por esto, una vez al mes dejaré por aquí fragmentos de libros que me han sacado una sonrisa. De libros, de blogs, de artículos de revista… Abriré mi carpeta de recortes y anotaciones.
Y no podía empezar con otro.