El pasado septiembre después de 10 meses de intensos preparativos, llamadas, reuniones, whastapp, y más llamadas, sellaron su amor delante de sus familiares y amigos en la iglesia de la Milagrosa de Madrid, para después trasladarse al Palacio de la Fresneda en El Escorial. Pero esa es otra historia que podéis leer aquí.
Cuando regresaron de su luna de miel en África, quedamos para tomar un café con ellos y casi nos quedamos a cenar. Durante los preparativos de su boda habíamos creado unos vínculos afectivos muy fuertes que nos resistíamos a romper. Las fotografías de la boda que esos días empezaron a llegar avivaban más aún la añoranza de todo esos meses de preparativos e ilusión. Me gusta releer los comentarios que nos dejaban en Instagram:” Lo repetiría una y mil veces”– decía Diana, o “lo repetimos?”– comentaba Miguel. Así se fue fraguando la idea, y lo que empezó como una sesión de fotos post boda, se acabo convirtiendo en un segundo sí quiero.
En esta ocasión muy intimo, alejados de todo y de todos, en un pueblito de Segovia, rodeados de nieve, naturaleza y silencio. Una nueva oportunidad para mirarse a los ojos y leerse sus votos: “Y una y otra vez, al comienzo y al final de cada día, te elijo a tí Miguel para amarte y envejecer contigo. Te elijo sabiendo que todavía tendremos mil senderos que recorrer y montañas que escalar como marido y mujer. Te elijo para que siempre estés a mi lado, y me leas este poema que nos ha unido…”
El día amaneció frio y gris. Pero dentro de la casita de Aldeallana, los nervios y las emociones caldeaban el ambiente: había llegado el gran día, otra vez!
Mientras Diana, con un intenso brillo en los ojos, sacaba del portatrajes de Blanco de Novia su vestido de Ramón Herrerías, un modelazo de dos piezas con cuerpo de encaje que se le ajustaba como un guante y falda de tul y plumeti con muchísimo volumen.
Miguel hacía lo propio con su chaqué a medida de Pugil Store, el chaleco, la corbata y el pañuelo de bolsillo completaban su outfit, todo de la misma sastrería a medida, que más tarde completaría un abrigo de lana azul y una cariñosa bufanda para protegerse del frío intenso. Pero esa es una de las características inherentes a una boda en la nieve, pero ellos estaban preparados.
Diana estaba preciosa con un tocado de reina de las nieves que María de Hanammi hizo especialmente para ella, y peinada y maquillada por Elena Rivera
De organizarlo, de la decoración, la papelería e incluso del ramo de novia nos encargamos Rocío y yo como en la ocasión anterior. No voy a enrollarme más porque las imágenes de Rosa Garrido hablan por sí solas. ¡Sólo dar las gracias a Diana y Miguel por confiarnos su boda en la nieve, por segunda vez!