Creo que hablo por todas las chicas del equipo si digo que admiramos un montón el trabajo de Verónica, que sus ilustraciones son preciosas y que domina el arte de las acuarelas como si fuera lo más fácil del mundo. Y esa tarde de octubre nos volvió a dejar a todos con la boca abierta con su puesta en escena y con sus galletas floreadas, tan bonitas que resultaba imposible comérselas.
Y como siempre se trabaja mejor en equipo, la ayuda de Carla Merino fue indispensable para que el pícnic otoñal fuera redondo, porque ella también se encargó de preparar la deliciosa tarta y de que la escena, con sus mantelitos, flores y platos, fuera ideal. Por último y no menos importante, Javier Gargallo inmortalizó la velada con su cámara.
Esto fue lo que nos contó Verónica:
DULCES Y PINCELES BAJO UN SAUCE
Una mesa de piedra bajo un sauce es quizás uno de los mejores escenarios para pasar la tarde. Unos pinceles y un montón de galletas es el plan más dulce que pueda presentarse en una tarde de Octubre. El olor dulce “que me tiene abierto el apetito hasta el final”, el murmullo del viento, el vaivén de las hojas y los rallos de luz jugando sobre el mantel, los mejores acompañantes.
Un mantel crudo, un par de trapos rojos y una tarta sobre una maleta recuperada. Un par de manzanas, unos tarros de nueces y avellanas, una porción de tarta, una taza de té y unas velas. Todo ha sido colocado con cierta naturalidad sobre la mesa dispuesto para hacer de un rato de pintura, un momento aún más lento.
A caballo entre un taller de trabajo y una merienda, para montar esta mesa se ha escogido una gama de rojos que nace en el carmesí, pasa por el carmín y el borgoño hasta llegar al granate como toque principal. Para las flores, las rosas y para el té, el de rooibos. Aunque para pintar dulces solo hace falta pintura comestible “yo la utilizo en polvos, seca antes”, anís, tener una idea más o menos clara de lo que que se quiere hacer “porque lo mejor es dejarse llevar, es el momento ideal para dejar ir mi imaginación y pintar flores casi inventadas en cada delicada galleta….” y ¡ah! unas galletas que han sido recubiertas de fondant o glasa real previamente.
El empezar siempre da cierto reparo, no hay margen de error y controlar la cantidad de anís para disolver el polvo es importante “nunca empiezo y acabo una galleta del tirón, trabajo en cadena como se hacía antiguamente al pintar flores en los muebles de madera así que nunca hay dos iguales”.
Para no sucumbir ante el dulce aroma de las galletas y asegurarnos de no perder alguna que otra por el camino se ha servido una tarta tradicional rellena de crema de queso y un pastel de tres chocolates que se deshace en la boca de una forma similar a las natillas.
Y así, cuando se pinta el tiempo se pasa volando “yo siempre me encanto en los detalles, quizás por eso se me pasa el tiempo que ni me entero” porque después de todo, con las galletas ya listas se nos hace tarde: unas velas han sido encendidas, se han ido recogiendo pinturas y pinceles y el ambiente se ha vuelto más mágico (si cabe).
¡Mil gracias por compartir tu talento con todos nosotros, Verónica!
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Fotografías Javier Gargallo | Dulces Carla Merino | Dirección artística e ilustración Verónica Algaba
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