Hoy os traigo otra boda real, esta vez viene de la mano de Andrea, una chica súper amable, dulce y dispuesta. Sin lugar a dudas si me volviera a casar, elegiría un entorno como el suyo, sus fotos sin lugar a dudas me evaden un sentimiento de boda de cuento, donde el príncipe te espera en el bosque encantado…
Andrea eligió un vestido precioso de St. Pactrick, modelo Hanball colección 2014.
Zapatos: Zara
Su fotógrafo fue Manel Yaiza, que ha realizado un trabajo exquisito y precioso, fotos de las que a mí me gustan, naturales, y con unos novios guapísimos.
La boda civil y celebración fue en La Vinyassa, Arbúcies – Girona
Cátering: Hostal nou, restaurante (Arbúcies – Girona).
La decoración corrió por cuenta de ella, todo handmade, ya que como dice ella; ” con un poco de maña y cariño, se puede hacer un bodorrio sin gastar mucho”.
Su boda se celebró el pasado 6 de septiembre, el día anterior Andrea con algunos familiares fueron a montar toda la decoración handmade, ellos querían una boda diferente, de la que todo el mundo se acordara, de la que todo el mundo disfrutara, y ¡así fue!.
Fotos by Manel Yaiza
Os dejo con Andrea, que ella os lo contará mejor:
Sinceramente, el día de mi boda fue el mejor día de mi vida, desde que conocí a Hèctor, mi ya marido. Pero toda boda tiene su “no sé qué”, su historia que contar, con sus preparativos, sus nervios, sus anécdotas. Así pues, allí voy con la mía.
Todas las expectativas de tener una boda de diez se esfumaban con los primeros truenos y gotas ¡empezó a caer el diluvio universal! Y en medio de esa lluvia, el catering sin poder montar las mesas para el día siguiente….
Por suerte, la lluvia cesó después de una hora y media sin tregua. Fue entonces cuando, los novios, aprovechamos para ir a comprar comida para el fin de semana. Nos cargamos de pizzas, patatas, refrescos y algo para el desayuno como cereales, pan, magdalenas, leche y zumo, ¡teníamos que alimentarnos bien para el día que nos esperaba! Y así, cargados como si no hubiera mañana, volvimos a la que yo llamaba “la casita de Blancanieves”.
A la mañana siguiente mi cuñado dedicándonos palabras bonitas en las redes sociales, mi cuñada en la casa de al lado sin poder dormir y hablando conmigo por Whatsapp y, yo, mirando por la ventana preocupada por si llovía. Ya estaba con las emociones a flor de piel de buena mañana. Después de desayunar con la mayoría de los familiares a eso de las 9 las chicas y yo, nos pusimos manos a la obra y, empezamos a montar los centros de mesas y colocándolos en su sitio; movimos algunas sillas para que cuadraran perfectamente y, montamos también el rincón de las firmas, con algunas flores, cajas de madera y velas perfumadas.Sin darnos cuenta, ¡ya habían pasado como dos horas! Eran prácticamente las once de la mañana y ¡la ceremonia todavía sin montar! Corriendo para un lado, corriendo para el otro, banco para arriba y banco para abajo.- Diego, ¿puedes traer la caja de flores?Todos colaborando en cualquier detalle. Empezamos a colocar los tarros en los bancos, decorándolos con florecillas azules; mi mejor amiga y mi suegra, inventando una manera para que los conos con los pétalos de rosas, aguantaran en la bandeja sin caerse. Los dueños de la casa barriendo todo el suelo con el rastrillo, para quitar las hojas que había dejado la tormenta del día anterior y dejarlo todo perfecto. Estábamos tan involucrados en la decoración que no nos dábamos cuenta que el tiempo corría y, no a nuestro favor precisamente…
Decoración Handmade, porAndrea
De repente, y mientras seguíamos decorando el altar:
– Andrea, ¿a qué hora tenían que venir a peinarte y maquillarte?
– Sobre las doce, ¿por qué?
– Son las doce y cuarto
Mi suegra, tan perspicaz como siempre, recordándome la hora para poder arreglarme con tiempo pero ¡ya era tarde! Cuando miré mi móvil y me dí cuenta de la hora que era, ¡casi me da algo! Pero fue peor cuando, me fijé que tenía dos llamadas perdidas de mi estilista y una de mi fotógrafo; empecé a ponerme muy nerviosa porque nos habíamos entretenido mucho en los centros de mesa y, aún faltaban cosas por decorar como el rincón de los recuerdos, los nombres en las mesas, colocar el vinilo para las firmas y, lo más importante, ¡ducharme y depilarme!
Antes de subir a arreglarme, mientras me dirigía a mi habitación, recibí a más invitados, que llegaban sorprendidos por todo el revuelo de la gente decorando. ¡No sabían que estaba pasando! Se lo expliqué rápido y, enseguida, se pusieron manos a la obra para ayudar con la comida. ¡Todos participando como si la boda fuera el último acontecimiento del año! Era increíble.
Una vez acabada de duchar y de depilarme a toda prisa, me arrepentí mucho de no haber adelantado algo la noche anterior, porqué en ese momento estaba atacada de los nervios por la hora que era, pero, a pesar de haber empezado a arreglarme a la una, en vez de a las doce como estaba previsto, íbamos bien de tiempo gracias a la ayudante que trajo Diana y, eso, me ayudó a relajarme y poder comer algo, aunque fuera entre rulo y rulo.
Al poco tiempo de empezar a maquillarme, llegó mi fotógrafo, y lo primero que me dijo fue: “¡ya ha llegado el día! ¿nerviosa?” Manel, no solo es un estupendo fotógrafo, sino una gran persona y un “tío muy enrollado” con el que te ríes sí o sí. Me decía “ahora vengo” y volvía después de diez minutos, chorreando en sudor, tras haber hecho unas fotos. Me dedicaba unos cuantos disparos y se volvía a ir a ver al novio, a los invitados, a fotografiar la ceremonia, los detalles. Me alegré mucho de haberlo escogido a él para relatar mi historia.
Y así, sin darme cuenta, pasaba el tiempo volando. La gente no paraba de entrar a la habitación, me decían que estaba muy guapa.
Cuando mi madre ya estaba vestida y el novio estaba a punto de caminar hacia el altar, viví uno de los mejores momentos de una novia el día de su boda: ¡hora de ponerse el vestido! Con mucho cuidado de no ensuciarlo y con mi hermano mirándome, contento por el día que nos esperaba, mi madre me subió la cremallera y dijo. ¡ya está! Las palabras mágicas que en realidad significaban “llegó la hora”. Fue, en ese momento, cuando los nervios volvieron: todo mi cuerpo estaba temblando, tenía mariposillas en el estómago, la calor no nos daba ni un pequeño respiro.. Sin embargo, en esos momentos, siempre aparece la persona que te rescata; en mi caso fue mi padre: esa persona que, con unas coca-colas en mano, quiso brindar por ese momento tan íntimo antes de convertirme en una mujer casada. Y así fue como, mi madre, mi hermano, mi padre y yo, brindamos juntos por la nueva vida que me esperaba y porque estuviera llena de esa felicidad que siempre había demostrado junto a Hèctor. Uno de los momentos más divertidos y que recordaré con mucho cariño.
Días antes, imaginé mi camino envuelta en un mar de lágrimas, porqué cuando la escuchaba en casa, me emocionaba sin remediar echar alguna lagrimilla; sin embargo, en ese momento, estaba tan nerviosa, que no pensaba en otra cosa que en sentarme al lado de él y que me cogiera de la mano para tranquilizarme.
Tras haber pasado la ceremonia y, disfrutar de la sesión de fotos y algún aperitivo que otro, comenzó a nublarse como el día anterior. Al poco rato, escuchamos unos cuantos truenos. Mi cuñado, me intentaba tranquilizar diciéndome que eran las fiestas del pueblo y eran petardos pero, dentro de la inocencia de esas palabras, yo sabía que estaba a punto de caer, de nuevo, otro diluvio; el calor sofocante que tuvimos durante todo el día, era un aviso de lo que se avecinaba. No tardó ni dos segundos desde que mi cuñado me dijera que no llovería, que empezaron a caer las primeras gotas. La gente empezó a resguardarse debajo del porche, el catering movió las mesas para que pudiéramos seguir con el aperitivo y, en un cerrar y abrir de ojos, ¡comenzó a granizar! No podía creerlo.. Parece que alguien allí arriba nos quería mucho y, nos había concedido una mañana tranquila pero, sin poder retener más esas nubes negras, tenía que dejar que el día continuara tal y como estaba previsto: con tormenta.
No duró mucho y, así como el día anterior, fue cuestión de hora y media que cesara, el tiempo justo como para entrar al salón a disfrutar de la cena y del fresquito que había dejado la lluvia. Realmente, agradecí el clima, porque puedo decir que el día de mi boda fue mágico en todos los sentidos, disfrutando tanto del sol como el romanticismo de una tormenta de verano ¡Fue un día completo!
Al rato, estábamos ya cenando, disfrutando de cada plato, así como el postre y el pastel. Hubo momentos muy emotivos después de cenar, como la entrega de regalos a los padres, mi tío y los hermanos. También regalamos mi ramo a la única soltera de la boda, mi prima. Uno de los momentos más emotivos, fue cuando le dediqué una canción a Hèctor; no era precisamente una canción de amor, pero sabía que él se emocionaba mucho con ella. No pude terminarla por los nervios pero, solo con que él estuviera a mi lado en ese momento y, el abrazo que me regaló después, hizo darme cuenta que mereció la pena dedicarle ese momento y que, volvería a repetirlo sin dudar.
Llegó el baile de los novios, con la canción de "A thousand years" de Christina Perri cantada con Steve Kazee. Con las luces apagadas, las velas de las mesas encendidas y una sola luz enfocándonos, fue uno de los momentos más románticos que viví ese día, porqué solo existíamos él y yo, nuestras miradas y sonrisas y los “te quiero” que nos dedicábamos. Tres minutos en los cuales se detuvo el tiempo y disfruté de él, abrazándome y mirándome con los ojos medio llorosos.
Fue una gran noche, lo pasamos en grande, reímos mucho, acabamos con las corbatas en la cabeza, las chicas sin apenas maquillaje, todos afónicos. Acabamos la fiesta alrededor de las 5 a.m. con un desfase indescriptible pero, un desfase que volvería a repetir día tras día con las mismas personas: únicas e inigualables.
Y si queréis ver la boda en vivo, entrad aquí, es un vídeo también DIY creado por la novia, Andrea.
Espero que os haya gustado tanto como a mí, sin duda, si me volviera a casar, haría una boda muy similar a la suya.
By Issa