Hay ausencias que duelen, duelen mucho. A veces es imposible no romperse un poquito por dentro cuando alguien te dice que no va a tu boda, cuando alguien considera que tiene mejores planes para ese día. Hay casos y casos, si el que te dice que no va es tu vecino del tercero al que has invitado porque tu abuela no concibe que al bodorrio de su nieta no estén invitados todos los vecinos, puede que incluso te alegres pero si el que te lo dice es un imprescindible, uno de esos nombres que han ido de cabeza a la lista de invitados y de los que te acuerdas nada más que dices “me caso” entonces duele, duele mucho.
Mi boda fue una boda de imprescindibles, ni un compromiso, ni un invitado por alguien que no fuéramos nosotros, ni un nombre en aquella lista que no quisiéramos ni un poquito que no estuviera. 65 personas fuimos en nuestra boda de 72 invitados. Había nombres que al escribir ya sabíamos que no podrían estar, ese amigo de Caí que es imposible por fechas o aquella otra amiga que se queda embarazada y sale de cuentas tres días antes y había otros que cuando nos dijeron el no nos hicieron llorar. Pocos y divididos, uno de mi parte y otro de la del novio, más acompañantes claro. Lo que se puede intentar hacer para evitar ausencias ya lo hablamos el otro día y os aseguro que lo hicimos todo, todo y todo pero no hubo manera. Era un no acompañado de un “pero tranquila, que yo te voy a ir a ver porque quiero verte vestida de blanco!” y me lo creí.
¿Se echan de menos las ausencias en una boda?
Decían que no, que si los nervios, que si todo pasa muy deprisa, que si te vuelcas tanto en los que te acompañan que no te acuerdas de los que no están.
Yo, y prometo que esta vez no es por mi manía de llevar la contraria diré que si. Si que se echan de menos las ausencias en las bodas, si que el tiempo va muy rápido, si que lo das todo con todos tus invitados pero si que los echas de menos.
Quizás sólo soy yo pero creo que no, creo que son muchas las novias las que se acuerdan de esos invitados que no están.
Yo bajé las escaleras buscando con la mirada a ese amigo larguirucho que se había casado dos años antes y a la vuelta de cuya boda decidi(mos) casarnos pero no lo encontré, me acordé de mis amigos del pueblito bueno durante esas copas de vino en el cóctel, le solté un ¡tú tenías que estar aquí! al primo del novio cuando alguien me puso un teléfono en la oreja.
Te acuerdas y mucho. Suenan canciones que te transportan a cosas vividas, te dan muchos abrazos pero sabes que siempre hay sitio para algunos más, te gustaría chocar tu copa contra la de esa amiga que se ha perdido tu boda e incluso llegas a sacar el móvil de la americana a escondidas en la cena porque lo has oído sonar y es ese amigo que trabaja fuera…
Te acuerdas mucho y te da mucha rabia pero sin saber porqué esa rabia se transforma en ganas de exprimir al máximo tu día y a esas personas que cenan mirándote sonrientes. Y al final, cuando suena esa canción que tú bailabas siempre con ese que no está hoy tus amigas te cogen y la bailan como si no hubiera mañana, cuando tu madre nota que te estás acordando de ese de los abrazos molones te pega uno que mola mucho más porque es molón y de madre… No chocas la copa con los que no están pero si la chocas una y otra vez con los que están por aquellos que no están. Se echa de menos pero lo importante es saber echar de menos. Echar de menos sonriendo, disfrutando al máximo y sabiendo que, aunque no es lo mismo, esos que no han podido estar podrán vivirlo un poquito a través de las fotos y los vídeos.
Te acuerdas mucho tú y se acuerdan mucho ellos porque resulta que cerca de las 7 de la mañana aún con el vestido puesto decides coger tu móvil y está lleno de mensajes de esos que no han podido estar. Mientras tu brindabas por ellos ellos lo hacían por ti y os quedan muchos brindis juntos!
You miss they. They miss you.