¿Regalar dinero es lo mejor? Puede ser que sí, lo más útil. Seguro que los novios te agradecen (agradecimos cuando fuimos novios) más el dinero que 8 marcos de plata o un juego de jarras de cerveza o tazas de té. Si no hay lista de bodas y si los novios viven juntos es la mejor opción pero no debemos olvidar que es una opción. Y que un regalo es un regalo, no una imposición. Aunque a veces lo parezca, a nadie nos invitan a una boda para cubrir gastos. Estoy segura, y si lo hacen, es un porcentaje muy escaso de parejas. Si os invitan es porque quieren que estés allí. Con regalo y sin regalo…. pero de los regalos de boda hablaremos otro día… Hoy vengo hablaros de un regalo de boda. El regalo de más grande de boda que he recibido.
Nuestra boda fue una boda pequeña, 65 invitados incluyéndonos a nosotros. Familia directa y amigos. Todos, todos nos hicieron el mejor regalo: su presencia. Estar allí. Haber venido. Desde Gijón, desde Palencia, desde Albacete, Extremadura… Todos estaban allí. Hubo quien aparte de ese regalo nos dio dinero, quién nos compró una vajilla, quién decidió que a los puros invitaba él, quién nos trajo aquel jamón… No hacía falta, aquello eran extras. Lo que importaba era la presencia. La presencia de esa persona que está en el paro, la de ese primo estudiante, la de esa amiga que llega justa a fin de mes… Igual muchos os preguntáis que si cubrimos gastos. No. Ni los cubrimos ni pretendíamos. Nuestros invitados no tenían que pagar nuestra boda.
Y todos, todos los regalos que tuvimos nos hicieron muchísima ilusión. Siempre digo que los mejores regalos los plasmaron en el libro de firmas: esa amiga diciendo que te quiere aunque sólo sea por las salchichas que hace tu madre, esa otra amiga que reconoce que escribir no es lo suyo pero que te quiere a montones, el que te recuerda la aventura del pasado, la prima que te emociona, el tío que te escribe un poema de espronceda, el que te da un consejo, la madre que escribe por tu tía que no llevo gafas… Aquellas líneas fueron, para mi que soy muy de letras, el mejor regalo. Sin duda.
Y de repente llegó el 31 de Marzo del 2013. Y yo cumplía 29 años. Era domingo y vermuteábamos con amigos. Nos despedimos para comer y mi amiga me dijo: “esto es para vosotros” Y me dio un sobre. Dos besos y nos vemos pronto! Me senté en el coche, abrí aquel sobre y me eché a llorar. Aquello era un regalo de boda. El regalo más grande. Y el más mejor. Aquello eran dos folios con un valor enorme.
Allí estaba nuestra historia. La de nuestra amistad. Allí estaban todos aquellos detalles que yo recordaba. Ella también. En aquellas líneas estaba el momento en el que nos conocimos, los viajes que compartinos, las risas que nos echamos juntas, las aventuras por Madrid, por Portugal, la tarde que vimos El Pianista en mi pueblito bueno… Allí estaba todo. Todo y más.
Allí estaban los conciertos compartidos, las canciones cantadas a dos voces, los bares dónde las cervezas costaban 50 cts. Allí estaban nuestros momentos. Y allí estaba toda la gente que habíamos compartido.
Allí estaban los mejores momentos, los que te sacan sonrisas y te arrancan carcajadas sólo de recordarlos.. pero también estaban los malos. Pasados por alto, pero estaban porque también son necesarios. Porque ella había estado allí, pasando conmigo el peor momento de mi vida, pasando momentos feos, viéndome equivocarme una y otra vez y, aún sabiéndolo, levantándome cada vez que tropezaba con aquella piedra.
Allí estaba nuestro distanciamiento. Nuestro dejar de compartir momentos pero sabiendo que siempre estamos a 20 km o al otro lado del teléfono.. porque no hay que tomarse un café a diario para estar. Allí estaba ella y su emoción en mi boda. Ella la chica dura que ahora es madre. Y allí estaba la frase más grande que podía decirme. Y tenía que ser ella.
“… y pienso en la suerte que tengo de que Kike esté en tu vida y te haga feliz, día a día, aunque ahora nosotras no compartamos tanto…”
Y allí estaba yo, llorando sin consolación. Aquella frase me rompió. Me rompió aquella vez que la leí por primera vez y me sigue rompiendo. Es la frase. No se alegra de que alguien me haga feliz no.. Siente que ella es afortunada porque tengo a alguien que me quiera. Y yo pienso lo feliz que es ella desde que le presenté a “aquel compañero de trabajo que es muy tú” y en lo que nos ha cambiado la vida a las dos desde aquel concierto de Canteca de Macao aquel mes de Julio del 2008. Y lo feliz que la acabo de ver con su familia. Lo feliz que es. Que soy. Que somos.
Allí estaba nuestra amistad construida. Allí estaba todo porque una amistad que empieza con una tirando por las escaleras a la otra, que sigue con viajes a conciertos a Madrid sin tener dónde dormir, que continua con viajes dónde una se saca fotos imitando los números (no preguntéis porqué), que crece con partidas a los tazos a los veintitantos, que madura compartiendo Sellas….. no puede no salir bien.
Y allí estaba su generosidad, afirmando que quería trasladar todo aquello que había escrito a un regalo pero que no había sabido. Porque no sólo me casaba yo. Porque no sólo regalaba ella. Y lo escribía sin saber que lo había conseguido. Que aquellos dos folios eran el regalo perfecto. El regalo más grande.
Y es que a veces nos desesperamos buscando el regalo perfecto, buscando entre tiendas y más tiendas, visitando mil y un páginas de Internet, buscando el regalo. Un regalazo. Y nos olvidamos de que a veces, casi siempre, las cosas más grandes están en los detalles más pequeños.
Así que invitados a las bodas del mundo… Dar el regalo que queráis pero darlo desde el corazón. Así será el regalo más grande. Porque eso es lo que importa. Porque unas líneas en un papel que salen desde el corazón tienen mucho más valor que todo el dinero del mundo junto.