El día de mi boda – Loren Photography

Cuando Marido me pidió matrimonio, dije que sí muy feliz.
Yo pensaba que eso era dar un paso más, sellar nuestro amor, pertenecer el uno al otro, y todas esas cosas de princesas y cuentos que nos han enseñado. Y me gustaba la idea.
Él decidió la fecha, a mi no me importaba, me parecía bien cualquiera, así es que eligió una chula 10/10/10. Quedaba casi un año por delante. Nos casábamos en Málaga aunque viviéramos en Madrid. Teníamos tiempo para preparar. Sin agobios. Todo parecía tan lejano y taaaaaan sencillo…
Pero no entendí lo que se me venía encima: familia y amigos emocionados, preguntándote dónde sería, qué vestido llevaría, ¿vamos en Ave?, ¿Hay hoteles cerca? ¿qué tipo de fiesta vas a hacer?…. ¡Oh Wait! ¿Esto no era firmar y todos felices? Empezaba a no apetecerme demasiado… Me agobiaba pensar en todos los preparativos que había que hacer, en lo guapa que tenía que ir, en lo bonita que tenía que ser la ceremonia, en lo rica que tendría que estar la comida, qué regalar…. bueno, lo de regalar siempre lo tuve claro. Ahora os lo cuento. Pero todas las preguntas se me hacían bola, porque todo el mundo espera mucho de ti.

Y en esas, un día, se me planteó una pregunta más importante que sobresalía de entre las demás: ¿Por qué no me baja la regla?
Predictor marcó dos rayitas, y el médico me dijo que mi fecha probable de parto era el 11/10/10.
El destino me daba la razón, no era buen momento para casarme así, a lo grande, si en mi propia boda iba a ponerme de parto. Así es que ilusa de mi, pensado que esa era la solución, planteé: ¿Por qué no adelantamos la boda y hacemos algo más sencillo?
AHHHHH Amiga!!!! No era tan fácil. La adelantamos (marido volvió a elegir la fecha) pero ahora las preguntas siempre iban acompañadas de otra que hacía de coletilla ¿Te va a dar tiempo?

Ea Ea Ea. No pasa nada….. ¿No pasa nada? ¡¡JA!! Apareció la Malanovia que habitaba en mi:
¿Iglesia? ¡Ni hablar, mamá!
¿Invitados? ¡¡¡Solo la familia y unos pocos (pocos) amigos!!! Si quedo mal, me importa un pito!!!!
¿Invitaciones? Naaaaa….. vamos a poner una Eco del crío diciendo que nos ha jodido la fecha, y que la cambiamos por el 7/5/10. Listo
¿Vestido? Uno blanco hippie y arreglao.
¿Tocado? ¿Zapatos? ¿A esos precios?
¿Ramo? Na, solo me molestaría.
¿Maquillaje? No! Si total ya….
¿Deco qué?
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡No quiero casarme!!!!!!!!!!

Resumo si os cuento que Marido y Madre, hartos de mis negativas, me obligaron a firmar un contrato, que marido redactó convenientemente. En el contrato decía más o menos que se me prohibía terminantemente volver a decir que no. Que fluyera. Que me dejara llevar. Y que me casara.
Así es que me dio pena de ambos, sujeté a mi malanovia, firmé, fluí….
Y lleve un vestido de novia: entré a una tienda en mi pueblo, pedí el vestido más barato que tenían, y casi sin probarmelo, acepté. Luego cada prueba del vestido fue un desastre, porque me desmayaba con él puesto. Para mi era una señal. Yo sabía que no debía haber firmado aquel contrato…. Pero todo el mundo parecía taaaaan feliz porque yo llevaba un vestido de novia que….
Cuñada me regaló el ramo. Así no tenía que decir que no al elegirlo.
Tía me ayudó a comprar unas plumas que yo solita coloqué como tocado así, a ojo…
Prima contrató maquillaje y peluquería, al cual accedí sin oposición, me maquillaron y me peinaron el día de la boda mientras yo leía primero, y me echaba una siestecita después (esto de que te toquen el pelo)… La gente entraba al centro de estética y no se creían que fuera a casarme en 3 horas. Pero yo estaba taaaaan relajada….

Nos casamos en una finca preciosa en el campo, esa sí la elegí yo, y Cuñada 2 eligió el menú. Ella trabajaba de cocinera. ¿Quién iba a saber mejor lo que quedaba bien, y estaba rico?
Amiga preparó la ceremonia, y redactó un texto precioso que leyó con emoción. Fue un momento increíble.
El fotógrafo estaba claro: después de trabajar para ayudante de uno maravilloso durante años, no había que pensarlo mucho.

Y yo me dediqué, tranquilamente, a dejar hacer, y en los 3 meses que me quedaban hasta la boda, a encontrar el regalo perfecto para cada uno de mis invitados: un Libro. Un libro que sabía que, en función de sus gustos y su personalidad, iba a encantarles. Un libro con una tarjeta personalizada, con un mensaje para cada uno.

He de reconocer que ese día, pese a mis reticencias, y a la falta de interés, y a mis noes, y a que no me gustara mi vestido, ni quisiera maquillarme y me viera muy extraña… ese día, fue uno de los más felices de mi vida. Lo pasé en grande, acompañada de toda la gente a la que amo, absolutamente feliz de la mano de Marido, sin zapatos y con la cremallera del vestido abierta que el que estaba en la tripa decía que quería respirar.

Pero también he de reconocer que me hubiera gustado que la Malanovia que en mi habita hubiera sacado sus garras y hecho de su capa un sayo porque, al fin y al cabo, esto de ver tus magníficas fotos, con una luz y una técnica impresionantes y no reconocerte en ellas por no haberte vestido/peinado/calzado/maquillado tal y como tu querías, es de ser un poco pringui.

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