Yo nací para llevar un tocado

Yo nací para muchas cosas. A lo largo de los años he descubierto muchas cosas para las que he nacido pero hay otras muchas para las que he nacido y que aún no he descubierto… Tener esa capacidad de sorprenderse ante algo, del pasar del “yo nunca..” al “me encanta..”, de abrir la boca y decir ¡madremíademividacómohepodidoyovivirtodosestosañossinesto!, de  hacer algo mío en cuestión de segundos es algo muy característico en mi manera de ser. Y a mis 30 años sigo descubriendo cosas…

No os voy a decir que descubrí los tocados en Novias con Morriña. Mentiría. Descubrí los tocados mucho antes, incluso en las pruebas de peinado para mi boda estuvieron presentes… La primera opción fue pedirle a mi abuela su mantilla para lucirla como velo pirata… pero mi gozo en un pozo, mi abuela ya no tenía su preciosa mantilla blanca. La segunda opción era llevar la melena suelta con un tocado de banda por la frente…. Descartada. La tercera era seguir luciendo melenaza al viento con una diadema con una flor preciosísima de Pronovias… Fue descartada a última hora cuando decidí que mi manía de menear el pelo a lo Carmina Ordoñez, de juguetear con él y de llevármelo a la boca (si, como las niñas chicas pero no puedo evitar hacerlo) era una combinación que no quería en mi boda.Despeinarme todos los días y pasarme las horas poniendo nerviosa a mi madre con tanto movimiento y toqueteo de pelo está bien pero no lo quería ese día. Así fue como decidí que llevaría el pelo recogido. Llevaba en el recogido un pequeño lazo que yo no consideraría tocado sino un complemento que le aportaba a mi “recogido lateral bajo con trenza” (que lo lees así y piensas que es un peinado “todo en uno”) un toque muy molón, muy yo.

Y hasta ahí mi inmersión en el mundo tocados. Hasta ahí hasta el 22 de Marzo y el Taller sobre tocados que nos dieron  a las Novias con Morriña las profesionales que están detrás de Tocados Isabel Díez.

Reconozco que entre de las últimas en la sala y por lo tanto, desde dónde me senté no podía ver muy bien todos los tocados pero mi vista ya se había ido hacía alguno. Y de los grandes, de esos de quedarte enganchada en un árbol de la que pasas o de darle al acompañante con él, porque sí, porque me diréis que esto no pasa pero yo tengo asumido que la primera vez que luzca un “tocadazo” liaré alguna de las buenas.

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Mientras miraba y remiraba los tocados, Rocío y Desiré nos explicaban el protocolo dentro del mundo de los tocados: a qué lado deben ponerse, todo lo referente al tamaño adecuado según el evento y la hora, la tradición que existe, el mundo de las mantillas (y yo aquí me teletransporté automáticamente a mi infancia y adolescencia y a las bodas de mi tíos. Esa imagen de mi abuela como madrina con su mantilla impecable, esa mantilla que no podíamos tocar pasara lo que pasara…. y lo bien que la lucía!), como un vestido básico puede ser un modelazo de impresión si le pones el tocado adecuado y las tradiciones.

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Como sabéis, yo soy una chica del norte y todos sabemos que por mucho que compartamos nacionalidad las diferencias norte-sur existen y las tradiciones son diferentes. Y de esto no se iban a librar las modas y los complementos en las bodas. Quizás por tener tanta familia en el sur (aunque igual que para mi Teruel no es norte para otras Badajoz provincia tampoco es sur :P) estoy acostumbrada a ver tocados más grandes que las propias personas que lo llevan (excesos no, por favor) y acudir a bodas donde se lucen mantillas con mucho arte y no me resulta extraño pero reconozco que por aquí “no se estila” tanto. Y esto no es malo ni bueno, ni mejor ni peor…Cosas de tradiciones. Y se puede ir elegante con un tocado o sin él…O te puedes cargar un conjuntazo por elegir un mal tocado.O por no saber llevarlo, que esta es otra… Yo creo que un tocado no es sólo ponérselo, es saber llevarlo. Es ponértelo y parecer que has nacido con él. Llevarlo con arte. O asumir que no lo sabes llevar y no llevarlo. O saber que no sabes llevarlo pero decidir que tú has nacido para esto!

Esto último es lo que me pasó a mi. Estoy segura de que el día que me ponga un tocado (porque ese día ha de llegar!) para ir a un evento seré de las que se les nota a leguas que no se lo pone todos los días para ir a comprar el pan pero… ¡me da igual! Me da igual porque a mi me pusieron el primer tocado y yo exclamé un ¡¡oh dios mío, yo he nacido para esto, yo necesito un tocado en mi vida!! Seguido de un “yo hoy me llevo uno y nadie se da cuenta” pero finalmente mi operación “tocado que se va de estrangis para Asturias” no fue fructífera.

Allí estaba yo, con la falda de mi vestido de novia y mi parte de arriba customizada, vestida de novia y con mi tocado. No era un tocado de novia. Las chicas pudimos ver y disfrutar de todo el trabajo de Tocados Isabel Díez  y antes de ponernos unos tocados de novia espectaculares pudimos contemplar y probar unos maravillosos tocados de invitadas. Y yo ya no me quería quitar ese….¡¡dejármelo!! Yo voy de novia con un toque de color pero dejármelo. Y es que, como veréis y sabiendo mi adicción enfermiza de los últimos tiempos al fucsia, a mi me ponen un tocado de ese color y yo me enamoro. Y que conste que fue casualidad… pero las casualidades molan.

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Después de probarnos tocados de invitadas, de enviar las fotos por wasap, de tuitearlo e instagranearlo (las que pudieron, of course) llegaba el momento de decirle adiós para ponernos los tocados que nos acompañarían a lo largo de todo el día. Los tocados de novia. Aysss, que me vuelvo a enamorar y este si que no me lo quitáis.  El primer tocado de novia que lucí fue un maravilloso turbante de encaje con camafeo que tenía un toque muy vintage. Martina Se Casa instagraneó al momento que yo había nacido para llevar tocados y mi marido (que siguió el evento gracias al hastag durante todo el día) me wasapeo al momento!

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Con este tocado tuve una relación temporal, bueno ahora que lo pienso con los demás también, pero esta fue la más esporádica. Cuando íbamos a sacarnos una foto de grupo mis ojos vieron el tocado de mi vida. Sí, sí… lo habéis leído bien… Un tocado con un lazo, con toques rosas y plumeti. ¿Dónde se había metido todo este tiempo? Total que allí estaba yo poniendo ojos de corderito degollado para que me lo cambiaran y ¡lo conseguí! Tocado nuevo, sonrisa enorme y a posar para la foto.

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Después, mi relación de amor con el tocado de Tocados Isabel Díez se afianzó. Desayuné las maravillosas magdalenas que mi onubense favorita (la otra es Nati… ella ya lo sabe!) nos hizo para todas las morriñeras…

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…aprendí sobre flores y ramos, hice el tonto delante de la cámara (y mucho, mucho… que luego me quejo al ver las fotos…!), comí un poco de todo y me zampé un arroz caldoso sin pensármelo dos veces. Posé, esta vez bien, ante las cámaras y hasta hablé (virgencita…os pido perdón desde ya por mi voz de camionera!). Me reí mucho, mucho, mucho… Lo protegí en mi viaje hasta Sevilla porque si, a veces los tocados hay que cuidarlos. Lo lucí, con más o menos arte(y con cazadora vaquera), por el puente de Triana y a orillas del Gualdaquivir….

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…Corrí con él y pude ver como Tormenta de Arroz nos ganaba a todas incluso con sus taconazos (y sin ponerle cervecita al final!!), hice autostop, sufrí pensando que algún coche nos pisaría los vestidos, tiré mi ramo a unos chicos jóvenes majérrimos que prometieron buscarnos en FB, sonreí a esa chica que nos dijo que si estábamos celebrando los 15…. Volví a llenar mi estómago ( si es que al final va a resultar que yo sólo fui a Sevilla por la comida!) con él puesto, me tocó una noche en el Castillo del Buen Amor (marido!!!!!!!!! haz la maleta!!!!!), cumplí ese sueño de sujetar un flash auxiliar (esto también os lo tengo que contar!), me reí más aún, me entraron ganas de tomarme unas copillas y me entró el sueño…

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Entonces Novias con Morriña llegaba a su fin… Me despedí de las chicas y de mi tocado. Le hice la última foto ¿Por qué? ¿Por qué te tienes que ir? Lo guardé en aquella caja y ya sentí que me faltaba algo. Llamarme exagerada. Lo acepto…. pero desde el momento en que aquel tocado dejo de ser mío (porque ese día lo fue) hasta que me acosté en la cama, intenté volver a quitármelo 4 ó 5 veces. Iba tan cómoda con él a lo largo del día que pensaba que aún lo llevaba puesto. Y lo sentía. Debí padecer algo similar a eso que denominan el “fantasma”: algo que no está pero que tú sientes. Llamarme exagerada de nuevo.

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El domingo le enseñé el tocado a mis tíos, a mis primas, a más primas, a mi abuela (y la pobre volvió a preguntar que qué era eso a lo que había ido) a mis amiguitos del pueblito bueno, a mis compañeras de trabajo, a mi señor marido, a mi señora madre… Todo el mundo se enteró de mi romance primaveral con aquel tocado.

Y regresé a Asturias, regresé sabiendo que los tocados habían venido a mi vida para quedarse.

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