Fue hace un mes, el último día de mis vacaciones. O no. Fue el primer día de laborable después de mis vacaciones pero decidimos exprimirlo tanto que decidimos amanecer en San Sebastián para llegar a Asturias por la tarde a trabajar.
Sweet Roma Cupcakery fue la excusa para pisar un San Sebastián que nos recibía lloviendo, esa forma en que suele recibir toda la cornisa cantábrica y que es todo un honor. La lluvia en el norte si eres del norte y llevas 7 días a más de 35 grados es la gloria. No sabemos vivir sin lluvia.
Sweet Roma Cupcakery se cruzó en nuestro paseo matutino. Mi marido, apenas sin haber visto el nombre supo que habíamos llegado a nuestro destino cuando vio aquella puerta mint. Tenía que ser allí.
Allí era. Allí llegamos conjuntados con camisetas de neón y allí estaba Olatz, el 50% de Sweet Roma, con una sudadera neón. Si algo teníamos claro nada más entrar y sonreírnos es que nos gustaban los colores.
Y allí, entre paredes blancas, mesas coquetas y sillas bonitérrimas disfrutamos de zumos de naranja naturales, cafés dobles (no olvidemos que era lunes), repostería variada y, por supuesto, cupcakes. Minicupcakes, porque los cupcakes, según nosotros, son para merendar. Chocolate para él y vainilla para mí.
Conversaciones entre sorbo y mordisco, risas, llamadas telefónicas que recuerdan que en unas horas volvemos al mundo laboral y envidias de las malas al descubrir los planes de las próximas vacaciones…
Un desayuno especial de esos que hacen el casco antiguo de San Sebastian todavía más bonito, de esos que se saborean con el olor a salitre cerca…
Un sitio al que vas a volver. Seguro. A merendar. A zamparte un cupcake, o varios y dejar para otro momento las quejas porque ese pantalón no te entra…
Un lugar al que sabes que alguna vez encargarás una tarta porque todos debemos disfrutar de una tarta Sweet Roma al menos una vez.