Todo empezó unos ocho meses antes de la boda, he de reconocer que quería hacer tantas cosas que no daba a basto y las ideas y los “quehaceres” daban vueltas en mi cabeza como un tiovivo, una montaña rusa y una noria, ¡pero todo a la vez!
Y así una noche cualquiera, me dormí con mis nervios, granos y demás problemas bodiles, cerré los ojos y después de un buen rato dando vueltas por fin conseguí dormirme, y ahí empezó mi sueño:
Era la mañana de mi boda, la peluquera no llegaba pero para que no cundiera el pánico decidí esperar y esperar… ya no podía más, me miré al espejo y ¡estaba horrible! pero sabía que mi futuro marido me estaba esperando junto a los invitados para celebrar el día más bonito de nuestras vidas. Me subí en el coche (que por supuesto no era el que habíamos contratado) y conseguí llegar a duras penas un par de horas después de la hora de la ceremonia. Y allí estaba, de espaldas, esperándome, por fin después de todo podíamos estar tranquilos. Sonó la música, empecé a andar y cuando llegué el altar él se giró para saludarme y… ¡Oh mierda! ¿Quién era ese tío? No lo sé, pero ¡¡¡¡mi príncipe azul noooooooo!!!! y ahí empezaron los murmullos, las risas… ¡Me había equivocado de boda! ¿Dónde estaba?
Menos mal que no tardé en despertar, abrí los ojos y allí estaba él, roncando a pata suelta como si no fuera cosa suya.
¿Por qué no podía dormir como una noche cualquiera?
Pues no me quedaba nada…
Así me pasé noches y noches, de sobresaltos, de sudores, de no poder dormir…
También soñaba por aquel entonces que llegaba tan tarde que la gente ya había empezado a comer, que el novio no aparecía, que mi vestido aparecía roto o manchado… Vaya, creo que podría hacer un libro, pero os aseguro que si tenía pocas cosas en la cabeza lo que me faltaba era pensar durante el día el porqué de aquellos terrores nocturnos.
No sabría explicar exactamente cuándo dejaron de aparecer (menos mal que los últimos meses ya no estaban porque me hubiera dado un pirrinqui), pero sé que me ayudó estructurar y apuntar como en una lista de la compra todo lo que me quedaba por hacer, este fue un consejo heredado de mi suegra a mi marido y gracias a eso todas las cosas pendientes dejaron de rondarme la cabeza, cuando me ponía en modo bodil sacaba mi lista y un punto detrás de otro iba cerrando cosas. En realidad casi era al revés, estaba todo el día en modo bodil y mi futuro marido y su divina paciencia conseguían de vez en cuando sacarme de aquella carrera agobiante y los millones de fotos de Pinterest. La verdad que se agradece, igual no os pasa a muchas, pero yo que me había imaginado millones de veces el día de mi boda, he de reconocer que después de mi pedida de mano, Pinterest y yo nos hicimos íntimos, era un no parar de fundir baterías de móvil y portátil.
Así que si tenéis pesadillas que sepáis que no sois las únicas, que todas somos malasnovias, porque como ya sabéis será el día más bonito y esperado de nuestras vidas, pero no todo es de color de rosa como nos dicen algunas revistas, así que lo mejor es quitarse trabajo, delegar y muy muy importante DESCONECTAR Y DISFRUTAR.
The post appeared first on Malasnovias.