Todos necesitamos hablar con alguien cuando el amor sale a nuestro encuentro.
Cuando somos inmensamente felices, deseamos compartir esa felicidad con alguien que nos escuche, porque necesitamos estar constantemente hablando de nuestro amado, de lo increíblemente maravilloso que es ese ser y de lo afortunada que nos sentimos porque nos haya elegido.
Del mismo modo, otras veces, cuando estamos en la más profunda de las tristezas también lo que más necesitamos es desahogarnos, que alguien nos escuche y comparta nuestro dolor y
en esta ocasión unas pocas palabras de aliento siempre vienen bien.
Con el amor siempre funciona así. O nos hace tocar el cielo con las manos o nos hunde en el mas profundo de los abismos. ¡La mayor parte del tiempo causa ese efecto sobre nosotros!
Lucía es una chica de 26 años que he conocido hace relativamente poco, apenas un par de semanas. Cuando le he contado que tenía un blog donde la gente podía contar sus historias tanto de amor como de desamor y que yo las publicaría para que todo el mundo pudiese conocerlas, se quedó tan encantada, que quiso ser la primera en estrenarlo. ¡Después de todo a quien no le gusta ser protagonista en alguna ocasión!
La historia de Lucía es como la de tantas otras chicas, pero como cada historia de amor, tiene pequeños matices que la hacen especial o al menos, cuando somos los protagonistas a nosotros nos parece que no hay nada igual y supongo que de alguna manera es así, porque así es como nos sentimos cuando nos enamoramos, diferentes, especiales. Pero en este caso, esta historia es diferente a las demás, porque su final así lo es.
Lucía conoció a su Gran Amor, Alexander cuando apenas tenía 17 años y él a su vez contaba con 19 años. Fue un flechazo en toda regla por parte de los dos. Desde el primer segundo que sus miradas se cruzaron supieron que había pasado algo... algo mágico. Supieron que estaban en el mismo sitio y a la misma hora porque el destino así quiso que fuese. Estaban predestinados a encontrarse y el Universo entero conspiró para propiciar ese encuentro. Esto corrobora una vez más que las Almas Gemelas existen.
Él no debía estar aquel día en aquel lugar y ella tampoco, pero un cúmulo de casualidades se dieron para que así fuese y sucedió lo que sucedió, un encuentro sin duda celestial.
Desde ese instante estuvieron viviendo su amor a escondidas porque Alexander no habría sido aceptado por la familia de Lucía, ya que Alexander era de etnia gitana y el padre de Lucía la hubiese matado si se llega a enterar. Es una lástima pero aún hay gente así por el mundo incapaz de ver más allá del color de la piel, pero es algo que por desgracia siempre va a pasar.
A pesar de no poder disfrutar abiertamente de su amor y poder caminar cogidos de la mano por el centro de la ciudad como cualquier otra pareja, Lucía y Alexander fueron inmensamente felices durante dos hermosos años en los cuales vivieron intensamente cada segundo que pasaron juntos.
Por desgracia para Lucía, su Gran Amor, Alexander tuvo un trágico accidente de coche una noche de sábado cuando para más pena de Lucía se dirigía hacia el lugar secreto donde siempre se reunían y al que nunca llegó.
Fue algo sin duda muy triste para Lucía y aún hoy, después de tantos años, cuando me lo cuenta no puede evitar emocionarse. La costó mucho superarlo, vivió momentos muy duros, aunque por suerte tenía una buena amiga con la que hablar y la empujó a seguir adelante.
Lucía me contó con una sonrisa en los labios que ella cree en la reencarnación y en las almas gemelas y sabe que en la próxima vida volverá de nuevo a reencontrarse con su Gran Amor Alexander y eso es lo que la ayudó un poco para poder soportar su ausencia. Ojalá sea así porque se lo merece.
La he ofrecido la posibilidad de inmortalizar aquí ese amor tan bonito que sin duda ha vivido con Alejxander poniendo una foto de los dos en el blog, pero en esta ocasión dadas las circunstancias especiales de esta historia no es lo más aconsejable. Ademas ella quiere que Alexander siga siendo su secreto, su secreto más lindo y así será Lucía...