En menos de dos semanas me caso, ¡ME CASO! Qué fuerte, me he hecho mayor y no sé cuándo ha ocurrido?
Bueno, hoy voy a hablaros de uno de los muchos berenjenales en los que me he metido para preparar mi boda…
Cuando una chica se imagina el día de su boda, normalmente desea verse a sí misma como una etérea criatura celestial de la que es imposible apartar la vista debido a su belleza sin par y al resplandor de felicidad que emana de todo su ser.
Pero cuando a esa chica le sobran unos kilillos, lo que más teme es acabar pareciéndose a este bicho:
Entrañable, sí, pero? ¿quién querría casarse con eso?
Así que, con el firme propósito de no llegar a mi boda pareciendo una bola de merengue, empecé un combinado ?vida sana? formado por un remix de dieta+cambio de hábitos+ejercicio físico que casi acaba conmigo, al mismo tiempo que me ha convertido en la mejor versión de mí misma que ha existido (¡lo cual tampoco era muy difícil!).
El primer paso fue localizar a un entrenador personal. Este paso se lo pueden saltar las personas que, al contrario que yo, posean una gran fuerza de voluntad aderezada con una buena ración de constancia. Como yo carezco de esas y otras muchas cualidades, decidí poner un policía de la vida sana a supervisar el proceso.
La lástima ha sido que no ha estado tan pendiente de mí como me habría gustado y eso ha hecho que me haya saltado la dieta más veces de las que estoy dispuesta a reconocer
Aunque, con todo y con eso, no me ha ido tan mal.
El siguiente paso: la comida. Mi gran amor es Mr. E, ¡peeeeeero la comida no le anda a la zaga! Me gusta mucho comer, mucho mucho mucho, y claro, no lechuguita, precisamente? El cambio de hábitos culinarios ha sido de lo más duro: mucha verdura (pero mucha mucha, ¿eh?), mucha proteína, poquito hidrato y nada nada nada de glutamato monosódico.
También hay que cambiar otros hábitos, como por ejemplo lo de beber mucha agua, cosa que también me costó horrores. Yo, que soy de secano, me enfrento a los dos litros diarios como si me tuviera que beber una piscina olímpica. Lo intento y lo intento, pero se me sigue resistiendo…
Y por último, y lo más importante, ¡el ejercicio! Yo he sido toda la vida muy ?couch potato? y empezar a mover el pandero no es tarea fácil.
Hay días que se hace muuuuy cuesta arriba y te dan ganas de mandar todo a paseo, otros días que te crees Rocky y llegas al gimnasio como la dueña del lugar (hasta que te ves en el espejo y se te cae el mito), pero todo eso acaba pasándose cuando te das cuenta de que hace tiempo que no lloras después de subirte a la báscula y, sobre todo, cuando un buen día descubres que se ha colado en tu armario un duendecillo que te ha dado de sí toda la ropa y ahora te queda grande.
Si tú eres una de las que ha decidido enfrentarse a un reto parecido antes de tu boda, sólo me queda decirte: ¡ÁNIMO! Yes, you can! Ah, y si te ayuda, haz como yo ¡y piensa en el banquete de premio que te espera el día de tu boda!
Ester
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