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En medio de un oleaje, de la incertidumbre de la profundidad o de lo invisible del horizonte, el
ancla se impone como el símbolo de la tranquilidad, fidelidad y firmeza. Justo lo necesario para navegar por la vida.
Esta boda es un pequeño homenaje a este símbolo pero también al amor. Algo así como embarcarse en una nueva etapa en la que sólo vale navegar hacia adelante. Y no pasa nada si no hay un destino fijo. Este viaje sigue cada día y lo que cuenta, es lo que encontramos por el camino.
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¡Feliz sábado!