El pasado 5 de setiembre trabajaba en una boda de no más de 40 invitados llegados de diferentes rincones del mundo, uno de ellos El Líbano. Gente maravillosa, humilde, entregada y muy agradecida. Charlé con ellos, me invitaron a visitar su país e incluso nos agregamos en redes sociales para mantener el contacto (menos mal, ya sabréis porque…).
Hasta el lugar del enlace llegaron en autobús y con el conductor es con quien empieza esta historia… Cometí el error de decir, convencida, que podía dejar el vehículo en una plaza cercana al recinto de la boda (al entender previamente que podía ser así). Mi sorpresa fue cuando casi al final de la noche él se acercó a mi y me dijo que no era verdad que no multaran en el sitio donde aparcó el autobús… ¡100 eurazos ni más ni menos! Ya podéis imaginar (sobre todo los que me conocéis) como me sentí en ese momento: la persona más culpable del mundo. Tanto tanto que me ofrecí a pagar parte de la multa (esto es lo de menos, si no fuera un dato muy muy importante para lo que viene a continuación) Me dió su teléfono y prometí hablarle al día siguiente. Y así fue, le escribí para pedirle número de cuenta y hacerle una transferencia, pero su respuesta fue la siguiente:
“No te preocupes, la multa ya está abonada… el personal que llevé a la boda hizo una recolecta para pagar la multa. De todas formas gracias por tu buena intención”
Él les comentó la historia, que el error había sido mío y que tenía intención de pagarla. Y ellos se negaron a que fuera de esa manera y decidieron recoger el dinero.
Lo único que he podido hacer yo para agradecerles fue enviarles un mensaje privado y la respuesta fue aún mejor… juzgad vosotros mismos…
Viene a decir algo así como que “Los ángeles son perdonados… les dije que la pagaría y así lo hice. Eres bienvenida a cometer más errores como ese…
Mi familia amó/agradeció tu hospitalidad”
Nada más que añadir. Yo no creo en el kharma, pero supongo que las cosas pasan por algo.
Alba